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La Supervivencia Cosmogónica del Maguey y la Diosa Mayahuel

Written By Unknown on viernes, 31 de marzo de 2017 | 17:42

La Supervivencia Cosmogónica del Maguey y la Diosa Mayahuel

Por el Ing. Julián ROMERO TEHUITZIL

CHOLULA.- En la cosmovisión de los pueblos del centro de Mesoamérica el Maguey fue identificado con la diosa Mayahuel (“la de los cuatrocientos senos”, y por extensión de pechos innumerables y de innumerables mantenimientos).

Ehecatl-Quetzalcoatl, quien conocía los sentimientos de ella,y valiéndose de la necesidad de que los dioses tenían de dar al género humano un gusto por vivir y de obtener alegría para que así fueran recordados, fue a verla para convencerla a viajar a este mundo. Aprovechando que su abuela y hermanas estaban dormidas, ellos pudieron viajar juntos a la tierra y al llegar se transformaron en dos árboles floridos entrecruzados. Cuando despertó su abuela fue a buscarla con sus hermanas y, al encontrarla transformada, la separaron del árbol de Ehecatl y la despedazaron, repartiendo sus restos entre sus hermanas y abuela para comerla. Cuando hubieron terminado y marchado, Ehecatl-Quetzalcoatl se transfiguro a su forma y recogió los restos de la diosa, los enterró y de sus restos nació el maguey (Ostrosky, 1992).

Con el tiempo este árbol majestuoso (o como lo llamarían unos intrusos hispanos: cardo) se convertiría en la planta más apreciada y aprovechada en el Altiplano de México y la diosa Mayahuel (mujer de 400 pechos) se transformaría en el Metl o maguey (agave de 400 pencas o innumerables pencas), siendo unas figuras analógicas equivalentes por su abundancia de mantenimientos. Mayahuel es el caso de una persona real, divinizada más tarde, que llegaría a constituirse como un símbolo, el del maguey precisamente (Gonçalves de Lima, 1978, p. 103).

Si Mayahuel era la descubridora del líquido del maguey (necutli). Hubo otros dioses que descubrieron la forma de convertir el aguamiel en líquido fermentado (octli).

Entre ellos Pantecatl fue el descubridor de las raíces (ocpatli)** que se adicionaban al pulque para volverlo más fuerte, además se le asignaba el papel de esposo de Mayahuel.

(** Ocpatli, significa medicina de pulque o aditivo. Entre estas hierbas podemos mencionar a la tlachicaquilitl, la ixtlamexillo y la teatlapalli.)

Los demás hombres-dioses eran Yiauhtecatl, Tlilhoa, Quatlapantli, Tzoaca, Izquitecatl, Toltecatl, Papaztac, Tlaltecaiooa, Ometochtli, Tepoztecatl, Chimalpanecatl, Colhoatzincatl, y el más importante entre éstos era Tezcatzoncatl, quienes perfeccionaron la hechura del pulque y que en sus nombres tienen los locativos de diferentes regiones de Mesoamérica donde se cultivaba el maguey y se rendía culto al pulque (Sahagún, 1979, p. 75-56).

Sus sacerdotes y devotos eran regularmente los ancianos de más de 52 años (o sea un ciclo vital para los antiguos nahuas), quienes estaban facultados para producir y tomar pulque. El signo calendárico Ome Tochtli (2-conejo) es el símbolo de estos Centzontotochin (“cuatrocientos o innumerables conejos”), quienes eran los dioses de la tierra, la embriaguez y de las diversas bebidas fermentadas producidas con la miel del maguey1, con su templo particular de Centzontotochin Inteopan.

(1.- Cabe mencionar que estos dioses del pulque eran identificados como los Centzontotochin (400 conejos), hermanos de la diosa Mayahuel, y tenían sus centros de culto en la zona productora de magueyes como los Llanos de Apan. Además, había una analogía mítica de Mayahuel con Coyolxauhqui (diosa lunar) y de los 400 conejos con los Centzonhuitznahuac (los cuatrocientos surianos o los dioses de las innumerables estrellas).

A estos dioses también se les identificaba con las innumerables maneras de emborracharse y de actuar en ese estado (Guerrero G. 1985, pp. 27-31). En palabras del arqueólogo Salvador Mateos Higuera, que Raúl Guerrero reproduce (Op. cit.). p. 33), comenta en cuanto a la relación del conejo con el pulque: “Mas siempre hubo quien se enconejara, alusión que hacían a que el primer borracho fue un conejo, que tras de oler la planta del octli, sació su sed, sintió en su cuerpo regocijo, se bamboleó, y quedó tirado, escena que desde aquellos días muchos humanos también representaron, representan y seguirán representando…”.

Para mayor entendimiento de esta relación entre el maguey y el conejo transcribimos lo que Alfredo Chavero (1987, pp. 239-240) rescató en una comunidad hacia fines del S. XIX:

Cuentan los campesinos que hay un animalillo, a manera de rata o tuza (a mi criterio pudo ser el Tlacuache), que por instinto raspa el tronco del maguey con su trompa, que tiene cierta forma como de cuchara; en el lugar raspado va brotando y depositándose el jugo o agua miel de la planta, y entonces vuelve el animalito a beberse el licor.

Es de resaltar que en esta descripción por parte de campesinos se da a conocer que la idea de succionar el aguamiel (por medio del acocote) haya sido una práctica imitativa de lo que hacía el animal “metoro” al tomarlo. En cuanto a la relación del maguey con la luna, Raúl Guerrero transcribe las siguientes palabras (González Torres, p. 94, cit. Op. cit ., pp. 36-37):

Recordamos que, según dicen los cronistas, los efectos de la bebida debieron adjudicarse a una fuerza superior centrada en la Luna, misma que influía sobre la vegetación y el agua. La mente mágica de los indígenas mexicanos debió asombrarse al comprobar que cada maguey se convertía en la fuente maravillosa donde surgía líquido cuya menor o mayor afluencia dependía de las fases de la luna; después, la transformación que implicaba un ciclo y cuyas etapas también estaban.

Asociadas a las fases lunares. Todavía en la actualidad el maguey es castrado cuando la luna está en creciente, nunca en menguante, y el aumento o disminución de la afluencia del líquido puede ser notado perfectamente según las fases de la luna.

Y añade el autor que “debe de recordarse aquí que la luna está íntimamente relacionada con el conejo y probablemente también con el matriarcado, y que el conejo a su vez está en relación con la fertilidad, características del género femenino”, además de su relación con la embriaguez.

En relación a esto en algunos estudios arqueológicos, realizados en Tajín, Veracruz, se han encontrado representaciones de estos personajes míticos (como un dios-Conejo) en el Juego de Pelota lo cual hace suponer que, por lo menos desde la época del Clásico, se tenía ya la relación entre el maguey, el pulque y los rituales de sacrificio humano y de fertilidad (García Payón, 1973, cit. Op. cit., pp. 39-49; Lechuga García, 1989)

(2.- El octli también podía considerarse como la sangre de los sacrificados que debía nutrir a los dioses para mantener el orden cósmico (Véase Cronología del Pulque y del Maguey).
En la religión nahuatl Mayahuel junto a los dioses de las cosechas corporificaron la abundancia de la naturaleza, y también su exceso, por ser representaciones de la fertilidad. La transformación de Mayahuel a Maguey fue tan trascendental que la diosa aparecería en los manuscritos religiosos inserta en las relaciones de dioses más antiguos. Gonçalves de Lima (1978, pp. 146, 195, 230) destaca que el aprecio al maguey y al pulque por los pobladores del Altiplano Central Mexicano en la época Posclásica era porque “El descubrimiento del necutli representó para las tribus nahuas, en las peregrinaciones registradas en sus manuscritos, un hecho de doble valía: el hallazgo de un líquido mitigador a la vez de la sed y del hambre”.

Otro ejemplo es el mural de los Bebedores encontrada en Cholula, Puebla, donde se observa una reunión de personas que realizan una libación (es posible que este sea el Origen de la Tlahuanca), Posteriormente en el Clásico tardío, encontraremos muestras de conocimiento y utilización del maguey en las culturas teotihuacana y tolteca donde, a través de la pintura mural y objetos de su uso como raspadores de obsidiana, se reconoce la importancia del pulque como bebida ritual que permitía el contacto con los seres divinos dadores y mantenedores de la vida aquí en la Tierra.

(La Tlahuanca, palabra de origen náhuatl que se traduce como “embriaguez espiritual y que representa una fusión de ritos prehispánicos y católicos que tienen el fin de implorar por una buena cosecha).

El necutli o aguamiel y su producto fermentado u octli fueron, desde este pasado, importantes alimentos tanto para la vida material como espiritual de las comunidades tradicionales que ritualizaron el consumo de estas bebidas. En el caso del pulque la finalidad de ingerirlo era entrar en un estado de relajación y de alegría que servía para reforzar los lazos intrapersonales, pero también con lo divino, necesidad indisociable para todos los cultos de Mesoamérica.

Por medio de esta ingestión se hacía presente en las personas esa esencia etérea, aunque de muy diversas formas y actitudes. Gonçalves de Lima en su estudio sobre la representación del maguey y el pulque en los códices, menciona que a éste se le consideraba como “el intoxicante ritual, la bebida medicinal, el líquido sacrificial, el vino blanco –leche de Mayahuel–, (que era la legendaria madre nutricia de los mexicanos’), el teometl, vino sagrado para los guerreros vencidos que se iban a inmolar, bebida de los valientes y de los sabios” (Ibíd , p. 30.). Algo que también debe tomarse en cuenta es que, en la cosmovisión nahua, el maguey era considerado como principio femenino, que estaba ligado al sol y a la naturaleza, en cambio, el pulque era el componente masculino relacionado con la luna y el cultivo. Esta dicotomía era básica para su comprensión (Fournier, cit. Gonçalves de Lima, 1990, p. 51).

Los códices en los que se cita la importancia de la diosa del maguey, Mayahuel, y de los dioses del pulque, son el códice Magliabecchi, el códice Vaticano A, el Tonalamatl de Aubin y el códice Xolotl; y con relación a las imágenes del maguey el códice Boturini (Tira de la Peregrinación), el códice Florentino, el códice Borgia, el Fejérvary-Mayer, el Vindobonensis y el Vaticano B. En el códice Xolotl se expone que el octli “lejos de ser una bebida prohibida o consideraba oprobiosa, poseía una gran importancia en aquella época, hasta ser reputada por un regalo de reyes. Prohibido, sí, fue el abuso de él, el uso desordenado que pudiesen hacer de él hombres y mujeres livianos, los que fuesen incapaces de detenerse en ‘la cuarta copa’” (cit. Gonçalves de Lima, 1978, p. 238). Esta última acepción se relaciona con otra leyenda en donde se narra como el monarca de Tollan, Ce-Acatl Topiltzin Quetzalcoatl, es emborrachado por adivinos extranjeros, que después de convidarle 4 porciones de pulque le ofrecieron la “quinta”, con la cual entró en estado de ebriedad y perdió la razón de sus actos, lo cual le obligó a retirarse del reino de Tula (“Ciclo Tenochca”, Garibay, 1993, pp. 32-33).

Debido a su preeminencia, una bebida tan apreciada y de tanto empleo entre los antiguos pobladores de Mesoamérica inspiró una serie de leyendas y cantos apologéticos que enriquecieron sus tradiciones y cultura. Entre los primeros se localiza la historia acolhua de la princesa Xóchitl (tal vez otomí), de la zona productora del maguey (Mezquital), quien ofrecería el necutli fermentado al gobernante Tecpancaltzin de Tula, quien se enamoraría de ella y con los efectos afrodisíacos del líquido pidió que regresase a visitarlo con más de esa ofrenda. Al volver la virgen él la raptaría a uno de sus palacios y de la unión carnal daría a luz un niño que se llamaría Meconetzin (hijo del maguey) y que sería, según la tradición, el último gobernador de Tula (Historia de Xochitl en “Ciclo Texcocano”, Garibay, Op. Cit pp. 58-59).

Esta Historia continuara


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