La Supervivencia Cosmogónica del Maguey y la Diosa Mayahuel
Por el Ing. Julián ROMERO TEHUITZIL
CHOLULA.- En la cosmovisión
de los pueblos del centro de Mesoamérica el Maguey fue identificado con la
diosa Mayahuel (“la de los cuatrocientos senos”, y por extensión de pechos
innumerables y de innumerables mantenimientos).
Ehecatl-Quetzalcoatl, quien conocía los sentimientos de ella,y
valiéndose de la necesidad de que los dioses tenían de dar al género humano un
gusto por vivir y de obtener alegría para que así fueran recordados, fue a
verla para convencerla a viajar a este mundo. Aprovechando que su abuela y
hermanas estaban dormidas, ellos pudieron viajar juntos a la tierra y al llegar
se transformaron en dos árboles floridos entrecruzados. Cuando despertó su
abuela fue a buscarla con sus hermanas y, al encontrarla transformada, la
separaron del árbol de Ehecatl y la despedazaron, repartiendo sus restos entre
sus hermanas y abuela para comerla. Cuando hubieron terminado y marchado,
Ehecatl-Quetzalcoatl se transfiguro a su forma y recogió los restos de la
diosa, los enterró y de sus restos nació el maguey (Ostrosky, 1992).
Con el tiempo este árbol majestuoso (o como lo llamarían unos intrusos
hispanos: cardo) se convertiría en la planta más apreciada y aprovechada en el
Altiplano de México y la diosa Mayahuel (mujer de 400 pechos) se transformaría
en el Metl o maguey (agave de 400 pencas o innumerables pencas), siendo unas
figuras analógicas equivalentes por su abundancia de mantenimientos. Mayahuel
es el caso de una persona real, divinizada más tarde, que llegaría a
constituirse como un símbolo, el del maguey precisamente (Gonçalves de Lima,
1978, p. 103).
Si Mayahuel era la descubridora del líquido del maguey (necutli). Hubo
otros dioses que descubrieron la forma de convertir el aguamiel en líquido
fermentado (octli).
Entre ellos Pantecatl fue el descubridor de las raíces (ocpatli)** que
se adicionaban al pulque para volverlo más fuerte, además se le asignaba el
papel de esposo de Mayahuel.
(** Ocpatli, significa medicina de pulque o aditivo. Entre estas
hierbas podemos mencionar a la tlachicaquilitl, la ixtlamexillo y la
teatlapalli.)
Los demás hombres-dioses eran Yiauhtecatl, Tlilhoa, Quatlapantli,
Tzoaca, Izquitecatl, Toltecatl, Papaztac, Tlaltecaiooa, Ometochtli,
Tepoztecatl, Chimalpanecatl, Colhoatzincatl, y el más importante entre éstos
era Tezcatzoncatl, quienes perfeccionaron la hechura del pulque y que en sus
nombres tienen los locativos de diferentes regiones de Mesoamérica donde se
cultivaba el maguey y se rendía culto al pulque (Sahagún, 1979, p. 75-56).
Sus sacerdotes y devotos eran regularmente los ancianos de más de 52
años (o sea un ciclo vital para los antiguos nahuas), quienes estaban
facultados para producir y tomar pulque. El signo calendárico Ome Tochtli
(2-conejo) es el símbolo de estos Centzontotochin (“cuatrocientos o
innumerables conejos”), quienes eran los dioses de la tierra, la embriaguez y
de las diversas bebidas fermentadas producidas con la miel del maguey1, con su
templo particular de Centzontotochin Inteopan.
(1.- Cabe mencionar que estos dioses del pulque eran identificados
como los Centzontotochin (400 conejos), hermanos de la diosa Mayahuel, y tenían
sus centros de culto en la zona productora de magueyes como los Llanos de Apan.
Además, había una analogía mítica de Mayahuel con Coyolxauhqui (diosa lunar) y
de los 400 conejos con los Centzonhuitznahuac (los cuatrocientos surianos o los
dioses de las innumerables estrellas).
A estos dioses también se les identificaba con las innumerables
maneras de emborracharse y de actuar en ese estado (Guerrero G. 1985, pp.
27-31). En palabras del arqueólogo Salvador Mateos Higuera, que Raúl Guerrero
reproduce (Op. cit.). p. 33), comenta en cuanto a la relación del conejo con el
pulque: “Mas siempre hubo quien se enconejara, alusión que hacían a que el
primer borracho fue un conejo, que tras de oler la planta del octli, sació su
sed, sintió en su cuerpo regocijo, se bamboleó, y quedó tirado, escena que
desde aquellos días muchos humanos también representaron, representan y
seguirán representando…”.
Para mayor entendimiento de esta relación entre el maguey y el conejo
transcribimos lo que Alfredo Chavero (1987, pp. 239-240) rescató en una
comunidad hacia fines del S. XIX:
Cuentan los campesinos que hay un animalillo, a manera de rata o tuza
(a mi criterio pudo ser el Tlacuache), que por instinto raspa el tronco del
maguey con su trompa, que tiene cierta forma como de cuchara; en el lugar
raspado va brotando y depositándose el jugo o agua miel de la planta, y
entonces vuelve el animalito a beberse el licor.
Es de resaltar que en esta descripción por parte de campesinos se da a
conocer que la idea de succionar el aguamiel (por medio del acocote) haya sido
una práctica imitativa de lo que hacía el animal “metoro” al tomarlo. En cuanto
a la relación del maguey con la luna, Raúl Guerrero transcribe las siguientes
palabras (González Torres, p. 94, cit. Op. cit ., pp. 36-37):
Recordamos que, según dicen los cronistas, los efectos de la bebida
debieron adjudicarse a una fuerza superior centrada en la Luna, misma que
influía sobre la vegetación y el agua. La mente mágica de los indígenas
mexicanos debió asombrarse al comprobar que cada maguey se convertía en la
fuente maravillosa donde surgía líquido cuya menor o mayor afluencia dependía
de las fases de la luna; después, la transformación que implicaba un ciclo y
cuyas etapas también estaban.
Asociadas a las fases lunares. Todavía en la actualidad el maguey es
castrado cuando la luna está en creciente, nunca en menguante, y el aumento o
disminución de la afluencia del líquido puede ser notado perfectamente según
las fases de la luna.
Y añade el autor que “debe de recordarse aquí que la luna está
íntimamente relacionada con el conejo y probablemente también con el
matriarcado, y que el conejo a su vez está en relación con la fertilidad,
características del género femenino”, además de su relación con la embriaguez.
En relación a esto en algunos estudios arqueológicos, realizados en
Tajín, Veracruz, se han encontrado representaciones de estos personajes míticos
(como un dios-Conejo) en el Juego de Pelota lo cual hace suponer que, por lo
menos desde la época del Clásico, se tenía ya la relación entre el maguey, el
pulque y los rituales de sacrificio humano y de fertilidad (García Payón, 1973,
cit. Op. cit., pp. 39-49; Lechuga García, 1989)
(2.- El octli también podía considerarse como la sangre de los
sacrificados que debía nutrir a los dioses para mantener el orden cósmico
(Véase Cronología del Pulque y del Maguey).
En la religión nahuatl Mayahuel junto a los dioses de las cosechas
corporificaron la abundancia de la naturaleza, y también su exceso, por ser
representaciones de la fertilidad. La transformación de Mayahuel a Maguey fue
tan trascendental que la diosa aparecería en los manuscritos religiosos inserta
en las relaciones de dioses más antiguos. Gonçalves de Lima (1978, pp. 146,
195, 230) destaca que el aprecio al maguey y al pulque por los pobladores del Altiplano
Central Mexicano en la época Posclásica era porque “El descubrimiento del
necutli representó para las tribus nahuas, en las peregrinaciones registradas
en sus manuscritos, un hecho de doble valía: el hallazgo de un líquido
mitigador a la vez de la sed y del hambre”.
Otro ejemplo es el mural de los Bebedores encontrada en Cholula,
Puebla, donde se observa una reunión de personas que realizan una libación (es
posible que este sea el Origen de la Tlahuanca), Posteriormente en el Clásico
tardío, encontraremos muestras de conocimiento y utilización del maguey en las
culturas teotihuacana y tolteca donde, a través de la pintura mural y objetos
de su uso como raspadores de obsidiana, se reconoce la importancia del pulque
como bebida ritual que permitía el contacto con los seres divinos dadores y
mantenedores de la vida aquí en la Tierra.
(La Tlahuanca, palabra de
origen náhuatl que se traduce como “embriaguez espiritual y que representa una
fusión de ritos prehispánicos y católicos que tienen el fin de implorar por una
buena cosecha).
El necutli o aguamiel y su producto fermentado u octli fueron, desde
este pasado, importantes alimentos tanto para la vida material como espiritual
de las comunidades tradicionales que ritualizaron el consumo de estas bebidas.
En el caso del pulque la finalidad de ingerirlo era entrar en un estado de
relajación y de alegría que servía para reforzar los lazos intrapersonales,
pero también con lo divino, necesidad indisociable para todos los cultos de
Mesoamérica.
Por medio de esta ingestión se hacía presente en las personas esa
esencia etérea, aunque de muy diversas formas y actitudes. Gonçalves de Lima en
su estudio sobre la representación del maguey y el pulque en los códices,
menciona que a éste se le consideraba como “el intoxicante ritual, la bebida
medicinal, el líquido sacrificial, el vino blanco –leche de Mayahuel–, (que era
la legendaria madre nutricia de los mexicanos’), el teometl, vino sagrado para
los guerreros vencidos que se iban a inmolar, bebida de los valientes y de los
sabios” (Ibíd , p. 30.). Algo que también debe tomarse en cuenta es que, en la
cosmovisión nahua, el maguey era considerado como principio femenino, que
estaba ligado al sol y a la naturaleza, en cambio, el pulque era el componente
masculino relacionado con la luna y el cultivo. Esta dicotomía era básica para
su comprensión (Fournier, cit. Gonçalves de Lima, 1990, p. 51).
Los códices en los que se cita la importancia de la diosa del maguey,
Mayahuel, y de los dioses del pulque, son el códice Magliabecchi, el códice
Vaticano A, el Tonalamatl de Aubin y el códice Xolotl; y con relación a las
imágenes del maguey el códice Boturini (Tira de la Peregrinación), el códice
Florentino, el códice Borgia, el Fejérvary-Mayer, el Vindobonensis y el
Vaticano B. En el códice Xolotl se expone que el octli “lejos de ser una bebida
prohibida o consideraba oprobiosa, poseía una gran importancia en aquella
época, hasta ser reputada por un regalo de reyes. Prohibido, sí, fue el abuso
de él, el uso desordenado que pudiesen hacer de él hombres y mujeres livianos,
los que fuesen incapaces de detenerse en ‘la cuarta copa’” (cit. Gonçalves de
Lima, 1978, p. 238). Esta última acepción se relaciona con otra leyenda en
donde se narra como el monarca de Tollan, Ce-Acatl Topiltzin Quetzalcoatl, es
emborrachado por adivinos extranjeros, que después de convidarle 4 porciones de
pulque le ofrecieron la “quinta”, con la cual entró en estado de ebriedad y
perdió la razón de sus actos, lo cual le obligó a retirarse del reino de Tula (“Ciclo
Tenochca”, Garibay, 1993, pp. 32-33).
Debido a su preeminencia, una bebida tan apreciada y de tanto empleo
entre los antiguos pobladores de Mesoamérica inspiró una serie de leyendas y
cantos apologéticos que enriquecieron sus tradiciones y cultura. Entre los
primeros se localiza la historia acolhua de la princesa Xóchitl (tal vez
otomí), de la zona productora del maguey (Mezquital), quien ofrecería el
necutli fermentado al gobernante Tecpancaltzin de Tula, quien se enamoraría de
ella y con los efectos afrodisíacos del líquido pidió que regresase a visitarlo
con más de esa ofrenda. Al volver la virgen él la raptaría a uno de sus
palacios y de la unión carnal daría a luz un niño que se llamaría Meconetzin
(hijo del maguey) y que sería, según la tradición, el último gobernador de Tula
(Historia de Xochitl en “Ciclo Texcocano”, Garibay, Op. Cit pp. 58-59).
Esta Historia continuara
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