"Si perseveran con paciencia, salvarán sus almas"
“Quien está disperso en todas direcciones -advertía un antiguo
estratega-, es vulnerable en todas partes”. Por eso Jesús, que sabe que a veces
las cosas de esta tierra nos deslumbran, y que las penas y problemas nos
abruman, nos invita a estar atentos.

Sin embargo, con frecuencia ponderamos tanto el cuerpo, que nos
dispersamos buscando toda clase de emociones, sensaciones, dinero y cosas, hasta
hacer vulnerable nuestra vida personal, familiar y social, arriesgándonos a
perder el sentido de vivir y la vida misma.
También tendemos a dispersarnos cuando en casa, la escuela, el trabajo
y el mundo hay injusticias, pleitos, guerra y violencia. Cuando escuchamos
noticias de terremotos, epidemias, hambre y desastres ecológicos. Cuando
algunos anuncian el inminente fin del mundo.
Cuando enfrentamos ambientes en los que se nos presiona para vivir
como si Dios no existiera.
A través de un lenguaje simbólico, llamado apocalíptico, Jesús nos
invita a no dejarnos seducir ni atemorizar, sino a concentrarnos en lo
esencial: Dios, quien nos da su Espíritu para que podamos defendernos y salir
adelante ¿Y cuál es esa defensa? El amor, que nunca se queda pasmado ni ocioso,
sino que siempre trabaja y hace el bien.
“Si perseveran con paciencia –dice Jesús–, salvarán su vida”. Si
perseveramos en la verdad, el amor y el bien, procurando que, como enseñaba
Juan Pablo II, “se respeten los principios fundamentales”, nuestra vida tendrá
sentido, contribuiremos a construir una familia y un mundo mejor para todos, y
alcanzaremos la felicidad sin final; la unión definitiva con Dios, que gobierna
al universo con justicia y con amor[8].
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