¡Seamos
agradecidos con Dios, que nos ha salvado en Cristo!
Por Eugenio
LIRA RUGARCÍA
MATAMOROS, TAMAULIPAS. - La lepra es
terrible; desfigura a la persona y la convierte en foco de contagio. Eso hace
el pecado, que es desconfiar de Dios; nos desfigura y nos hace contagiosos al
reducirnos y reducir a los demás a nivel de objeto de placer, de producción y
de consumo.
¿Pero existe
alguna cura? Sí: Jesús, en quien Dios nos devuelve la semejanza divina, nos da
su Espíritu y nos hace hijos suyos ¡Así nos muestra su amor, que hace
maravillas! Por eso el Papa dice que su misericordia “es lo único que puede
salvar”.
De ahí que
los leprosos del Evangelio corran a su encuentro para rogarle que los cure.
También nosotros podemos hacerlo para pedirle: “Ten compasión de mí, que me he
deformado degradándome y degradando a otros. Ten compasión de mi matrimonio y
de mi familia, deformados por el egoísmo, la infidelidad, la indiferencia y el
rencor”.
“Ten
compasión de mi noviazgo, deformado por la manipulación. Ten compasión de mis
ambientes de amistades, estudio y trabajo, deformados por la superficialidad y
el utilitarismo. Ten compasión del mundo, deformado por el individualismo, la
injusticia, la inequidad, la indiferencia, la corrupción y la violencia”.
¿Y qué nos
responde él? Que acudamos a su Iglesia, donde, como explica san Agustín, por
medio de sus sacerdotes nos sana a través de su Palabra y sus sacramentos. Él
puede sanarlo todo, como hizo con los diez leprosos, de los que sólo uno volvió
para agradecerle.
Jesús lo
hace notar porque sabe que quien reconoce el bien recibido se siente amado. Y
quien se siente amado descubre que tiene amor para dar. Seamos agradecidos con
Dios, como Naamán, y también seámoslo con la familia y tanta gente buena que
nos ayuda. Y llenos de amor, sobrellevemos todo, como san Pablo, para ayudar a
los demás a ser amigos de Jesús, que nos da salud y vida por siempre feliz.
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