Lic. Andrés
ZACA NAYOTL
Teólogo
sspvoces@gmail.com
CHOLULA.- Estamos ya viviendo la
Pascua, el momento más importante y fundamental de nuestra fe: la Pascua; la
pasión, la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que ha vencido a
la muerte para darnos una vida nueva; es el momento en que se da la consumación
de la Nueva Alianza entre nuestro Padre Dios y los hombres; es el momento de la
reconciliación entre el Creador con su criatura.
Es el
grandioso encuentro definitivo entre Dios y el hombre. Por tal razón, es que en
este tiempo de Cuaresma se nos invito insistentemente a prepararnos para vivir
este acontecimiento salvador, la Pascua, de pasar de la muerte a la vida. El
tiempo pascual que comprende cincuenta días (en griego= “pentecostés”), vividos
y celebrados como un solo día, con alegría y júbilo, como un gran domingo.
Los judíos
tenían ya la “fiesta de las semanas”, fiesta inicialmente agrícola y luego
conmemorativa de la Alianza en el Sinaí, a los cincuenta días de la Pascua.
Y se
preguntara ¿Por qué en cuarenta días tuvimos que ayunar, reflexionar y orar?
Por el simple hecho de Cuarenta es un número simbólico bíblico, que nos lleva a
comprender la realidad trascendente. El Cuarenta tiene su base natural en el
número cuatro, que simboliza la “totalidad”, y su decimal o múltiplo es el Cuarenta, que simbolizará una “totalidad
completa”, íntegra; donde nada que afuera: donde todo se toma en cuenta. Si la
Pascua, es el paso de la muerte a la vida nueva en Cristo, entonces no podemos
recibir esta nueva vida en moldes viejos, en esquemas corrompidos, en formas
antiguas, en estructuras corrompidas, pues que el vino nuevo necesita de odres
nuevos. No se trata, solo entonces, del cumplimiento de ciertas prácticas
disciplinarias, como el ayuno, la abstinencia o la penitencia, sino de buscar
como objetivo primordial, la renovación de nuestra vida toda.
Es decir,
cambiar constantemente nuestra maldad en bondad, nuestra vida servil en
libertad, gozo y paz. Es purificar nuestra vida a ejemplo de los grandes amigos
de Dios, como Noé, que después de Cuarenta días del diluvio, sella una alianza
con Yahveh; como Moisés, que durante Cuarenta días se purificó para establecer
la Alianza con el Señor; como Elías, que por Cuarenta días camino para
encontrarse con el Señor, Dios de los ejércitos. O como los Apóstoles, que a lo
largo de Cuarenta días los asistió el Señor Jesús, para ser testigos de la
gloriosa Ascensión. Todos los grandes amigos de Dios, se preparan total e
íntegramente para encontrarse con Él y quedar transformados. La Cuaresma es
renovación, purificación, conversión. Y todo esto para poder celebrar y aceptar
los compromisos de la Alianza Nueva y Eterna realizada en la muerte y
resurrección de Cristo, nuestro Cordero Pascual.
Felices
Pascuas de Resurrección.
0 comentarios:
Publicar un comentario