Segunda
Parte
CHOLULA.- Gritos aterrorizado y se
aferraba a él diciendo ¡Ayúdame! ¡Me estoy rendo al infierno! La experiencia
fue tan espantosa, que él sentía que se le enfriaba la espina dorsal. Cada vez
que el paciente recobraba el sentido le imploraba que no dejara de darle masaje
al corazón, “Esto era muy extraño, explica el doctor, siempre que un paciente
vuelve en sí, lo primero que me dice es que no lo toque, ya que debido a mi
tamaño, los masajes al corazón, pueden ser tan doloroso, que son frecuencia le
rompo las costillas al sujeto”, en ese momento lo importante es resucita al
paciente, sin embargo este hombre me decía que no dejara de bombear el corazón.
El paciente tenía una experiencia y alarma en el rostro, se veía más aterrado
que si hubiera visto un fantasma. De hecho sus facciones estaban desfiguradas
por el pánico devastador, con las pupilas dilatadas, su cuerpo temblando de
espanto y la frente perlada de sudor, dijo: ¿Es que no entiendes? ¡Cada vez que
me muerto… Estoy en el infierno! Su lucha continuó durante un tiempo que a él
le pareció una eternidad. Inicialmente no hizo caso de lo que el paciente le
decía, pero ante su insistencia, llegó a la conclusión de que el hombre
verdaderamente estaban viviendo lo que experimento y vivió, ¿Qué hago para
salir del infierno? Le dije en una ocasión, ¿Cómo que, qué hago para salir del
infierno? ¡Yo soy médico, no sacerdote! Pensó para sí, pero el paciente no desistía, “ore
por mí”, recordando lo que había
aprendido en la escuela Dominical, le dije “repita esta oración, Yo declaró que
Jesucristo es el hijo de Dios. Perdona mis pecados y líbrame del infierno, si
me muero, yo quiero ir al cielo, pero si vivo, seré siempre tuyo. Con la
oración improvisada en el piso de mi consultorio, ese hombre tuvo una
experiencia de genuina conversión en vez de estar con los ojos hacia atrás
tratando de pelear contra la muerte, se quedó en paz como cualquier paciente
moribundo.
Estimado
lector como podrás ver en este testimonio del doctor antes mencionado es
verídico y real lo que sucedió con uno de sus pacientes, no todos los que
mueren van al cielo, detrás de la puerta llamada “la muerte” existen dos
caminos, los que duermen en el polvo de la tierra despertarán unos para la vida
eterna y otros para le ignominia, para el desprecio eterno, Dn. 12-2.
Muchas
personas afirman hablan con los muertos, hay quienes creen que el espíritu
del muerto sale del cuerpo y vaga sobre
la tierra, eso no lo menciona las escrituras, el alma tiene dos destinos y
ninguno de ellos implica nada parecido –alguien. Que se comunica con los
espíritus muertos; no está hablando con tu ser querido, se está comunicando con
un demonio que tal vez conoció a tu ser querido y por eso está al tanto de
detalles personales. La biblia es clara, al tratar de consultar a espíritu de
los muertos, es abominación a Dios, incurriendo en la maldición, Al morir nos
encontramos con nuestro destino ya establecido, no habiendo nada que hacer para
cambiarlo en ese instante”. Una vez que el cuerpo físico caiga muerto,
no hay posibilidad a cambiarlo, el destino eterno de cada ser humano
está determinado en base a las acciones sobre la tierra, después de morir no
hay oportunidad de cambiarlo felizmente. Mientras hay vida, hay salud, harás
algo para cambiar tú destino, “estando viviendo determina tu destino eterno”.
La biblia es clara: Hay dos lugares a donde llegar después de la muerte
terrenal, “El Paraíso” o “El Hades”, toda rebelión será castigada. Me has hecho
andar en tinieblas y no de luz, tinieblas tales que pueden palparse, Ex. 10-21.
Y serán
agrupados en montón como prisioneros en un calabozo, serán encerrados en la
cárcel y después de muchos días serán castigados. Is. 24-22.
El hombre
quiere y desea invertir las cosas, “me gusta el amor de Dios, pero no me agrada
las responsabilidades de guardar sus mandamientos”. Lo más triste de todo las
iglesias están llenas de personas que van a ir al infierno, seguid la paz con
todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al señor, Hc. 12-14. El no quiso
ver perdida, mi alma en la maldad, Dio su sangre por mi vida, y él me
sostendrá, son su gozo y complacencia, cuantos él salvó, y al salvarme su
clemencia, él me sostendrá. Dios te ama.
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