Por
Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- Las calles de Cholula eran
peligrosas, pero no nos habíamos dado cuenta. Ya nos habíamos acostumbrado a
que había calles rápidas, aunque llenas de topes y calles lentas aunque también
llenas de topes innecesarios. Algunas estaban bloqueadas con un sin número de
altos y otras no. Sobre todo en el centro había muchos semáforos también
innecesarios.
Hace unos
veinte años esto no era peligroso, pero en la actualidad el aforo vehicular se
ha multiplicado y se requería una reforma seria que atendiera el problema. Así
como lo criticamos, también hay que reconocerle al alcalde cuando hace
innovaciones que valen la pena, que repercuten en el buen comportamiento de los
ciudadanos. Y es el caso del sistema de circulación uno por uno.
Hay que
decirlo fuerte, es uno de los grandes acontecimientos que ha vivido Cholula en
los últimos días, el de una gran pequeña reforma al control de la circulación
de automóviles, camiones y demás vehículos por las calles. El sistema uno por
uno es maravilloso.
Ahora los
que conducimos tenemos que hacerlo despacio, a velocidades moderadas, porque ya
sabemos que en la próxima esquina tendremos que hacer alto total. Llegamos a la
esquina y nos asomamos, vemos si nadie viene y entonces pasamos. Si coincidimos
con otro auto que llegó a la esquina al mismo tiempo que nosotros, le damos el
paso o él otro conductor nos lo da. Incluso los cholultecas estamos teniendo la
oportunidad de conocernos entre nosotros, y sin saberlo, nos estamos haciendo más
educados, más humanos: en suma más virtuosos.
Las virtudes
no se enseñan ni se aprenden leyendo libros o artículos en revistas y
periódicos, se me olvidaba, o en internet. Se enseñan a través del ejemplo. Sin
embargo, no está de más intentar comprender lo que debemos hacer o vivir, y de
ese modo, intelectualmente, darnos cuenta del camino que aún nos falta para ser
mejores seres humanos. Lo que intento aquí es una tarea modesta e insuficiente,
pero no por ello innecesaria: alguien me lo agradecerá.
Pero qué es
una virtud, es nuestra capacidad de actuar bien. “No hay nada tan bello y tan
legítimo como que el hombre actué correctamente” (Montaigne). Una virtud es
potencia, potencia de humanidad. Las virtudes hacen que los hombres parezcamos
más humanos, sin ellas seríamos calificados de inhumanos. El bien no es para
contemplarlo, sino para hacerlo. Lo mismo ocurre con la virtud: es el esfuerzo
para conducirnos bien; el bien es ese mismo esfuerzo. Las virtudes son nuestros
valores morales, pero encarnados, vividos, actuados; si no, no son nada, simple
retórica.
Y a qué
virtud me estoy refiriendo con este pequeño reconocimiento al sistema uno por
uno, pues ni más ni menos que a la urbanidad, la base de todas las virtudes. Se
trata de la virtud de las buenas costumbres, aquella que se aprende desde la
niñez, con la disciplina familiar. La virtud de las buenas costumbres y de las
buenas maneras. Disciplina normativa más que coactiva y que apunta menos al
orden que a una cierta sociabilidad amable. “La urbanidad no inspira siempre la
bondad, la equidad, la amabilidad o la gratitud; pero al menos tiene su
apariencia y hace que el hombre aparezca de cara al exterior tal y como debería
ser interiormente”. (La Bruyére).
Si usted, amable
lector, quiere profundizar sobre el tema, le recomiendo un texto de André
Comte-Sponville, Pequeño tratado de grandes virtudes, editado por Paidós. Sería
un excelente regalo para estas fiestas navideñas y de fin de año.
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