Fiesta de los Mercaderes en Cholollan (*)
Por Ing. Julián ROMERO TEHUITZIL
CHOLULA. - Las llamadas
“Fuentes Históricas”, son textos que se escribieron en el siglo XVI por
conquistadores, misioneros e indígenas convertidos.
Colón creían que llegaba a la India, por tal, a los hombres que lo
recibieron les llamó "indios". Está negación sistemática en nosotros,
ha venido reproduciéndose durante cinco siglos. En pleno siglo XXI los
indígenas, no solo siguen siendo totalmente desconocidos por la cultura
dominante, sino que se siguen negando cualquier valor que puedan tener sus
culturas tradicionales.
En estos cinco siglos en vez de estudiar e investigar el acervo
cultural de los pueblos originarios, los criollos y los mestizos, hemos venido
menospreciando y desvalorizando a las culturas originarias. Seguimos igual que
los europeos del siglo XVI, jugando el papel de conquistadores o de misioneros,
tratando de explotarlos o tratando de “integrarlos a la civilización y el
progreso”, es decir, robándolos y sometiéndolos a los modelos económicos,
políticos y culturales, que creemos son mejores que los suyos.
Pero lo que no hemos hecho en estos 500 años, es investigar con
respecto sus logros milenarios en el campo del desarrollo humano, de la organización
comunitaria, de los valores espirituales y la vinculación con la naturaleza.
Por estas razones, me permito transcribir un texto de José de Acosta
(Medina del Campo, 1540 – Valladolid, 1600), fue un jesuita, antropólogo y
naturalista español titulado “Historia
Natural y Moral de las Indias”, para que Ud. lector pueda apreciar los
calificativos con los cuales los europeos del siglo XVI reconocían y difundían
la cultura de los Viejos Abuelos. En este texto, como en casi todas las
llamadas “fuentes” encontramos los mismos errores indicios producto de la
ignorancia y del eurocentrismo. Para la construcción de una historia “propia
nuestra”, necesitamos reinterpretar y revalorar en toda su dimensión y con
todas sus limitaciones lo que los europeos escribieron de nosotros hace cinco
siglos.
De la fiesta de los
mercaderes que usaron los cholultecas
Aunque se ha dicho harto del culto que los mexicanos daban a sus
dioses, pero porque el que se llamaba Quetzalcoatl y era dios de gente rica,
tenía particular veneración y solemnidad, se dirá aquí lo que de su fiesta
refieren. Solemnizábase la fiesta de este ídolo (Deidad) en esta forma:
Cuarenta días antes compraban los mercaderes un esclavo bien hecho, sin mácula
ni señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe; a éste le vestían
con los atavíos del mismo ídolo, para que le representase estos cuarenta días,
y antes que le vistiesen, le purificaban, lavándole dos veces en un lago que
llamaban de los dioses, y después de purificado, le vestían en la forma que el
ídolo estaba vestido. Era muy reverenciado en estos cuarenta días, por lo que
representaba; enjaulábanle de noche (como queda dicho) porque no se fuese, y
luego de mañana lo sacaban de la jaula y le ponían en lugar preeminente, y allí
le servían dándole a comer preciosas viandas. Después de haber comido, poníanle
sartales de flores al cuello, y muchos ramilletes en las manos; traía su
guardia muy cumplida con otra mucha gente que le acompañaba, y salían con él
por la ciudad, el cual iba cantando y bailando por toda ella, para ser conocido
por semejanza de su dios; y en comenzando a cantar, salían de sus casas las
mujeres y niños a saludadle y ofrecedle ofrendas como a dios. (por Los días que
tardamos en nacer) Nueve días antes de la fiesta, venían ante él dos viejos muy
venerables de las dignidades del templo, y humillándose ante él, le decían con
una voz muy humilde y baja: "Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te
acaba el trabajo de bailar y cantar, porque entonces has de morir"; y él
había de responder que fuese mucho de enhorabuena.
Llamaban a esta ceremonia Neyolo Maxitl Ileztli, que quiere decir el
apercibimiento; y cuando le apercibían, miraban con mucha atención si se
entristecía o si bailaba con el contento que solía; y si no lo hacía con el
alegría que ellos deseaban, hacían una superstición asquerosa, y era que iban
luego y tomaban las navajas del sacrificio, y lavaban la sangre humana que
estaba en ellas pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas lavazas
hacían una bebida mezclada con otra de cacao, y dábanse a beber, porque decían
que hacía tal operación en él, que quedaba sin alguna memoria de lo que le
habían dicho, y cuasi insensible, volviendo luego al ordinario canto, y aún
dicen que con este medio, él mismo con mucha alegría se ofrecía a morir, siendo
enhechizado con aquel brebaje.
La causa porque procuraban quitar a este la tristeza, era porque lo
tenían por muy mal agüero y pronóstico de algún gran mal. Llegado el día de la
fiesta, a media noche después de haberle hecho mucha honra de música e
incienso, tomaban los sacrificadores, y sacrificaban al modo arriba dicho,
haciendo ofrenda de su corazón a la luna, y después arrojándolo al ídolo,
dejando caer el cuerpo por las gradas del templo abajo, de donde lo alzaban los
que lo habían ofrecido, que eran los mercaderes, cuya fiesta era esta, y
llevándolo a la casa del más principal, lo hacían aderezar en diferentes
manjares, para celebrar en amaneciendo el banquete y comida de la fiesta, dando
primero los buenos días al ídolo, con un pequeño baile que hacían, mientras
amanecía y se guisaba el sacrificado.
Juntábanse después todos los mercaderes a este banquete, especialmente
los que tenían trato de vender y comprar esclavos, a cuyo cargo era ofrecer
cada año un esclavo para la semejanza de su dios. Era este ídolo de los más
principales de aquella tierra, como queda referido, y así el templo en que
estaba era de mucha autoridad, el cual tenía sesenta gradas para subir a él, y
en la cumbre de ellas se formaba un patio de mediana anchura, muy curiosamente
encalado; en medio de él había una pieza grande y redonda a manera de horno, y
la entrada, estrecha y baja, que para entrar era menester inclinarse mucho.
Tenía este templo los aposentos que los demás, donde había recogimiento de sacerdotes,
mozos y mozas, y de muchachos, como queda dicho, a los cuales asistía sólo un
sacerdote, que continuamente residía allí, el cual era como semanero, porque
puesto caso que había de ordinario tres o cuatro curas o dignidades en
cualquiera templo, servía cada uno una semana, sin salir de allí. El oficio del
semanero de este templo, después de la doctrina de los mozos, era que todos los
días, a la hora que se pone el sol, tañía un grande a tambor haciendo señal con
él, como nosotros usamos tañer a la oración.
Era tan grande este a tambor, que su sonido ronco se oía por toda la
ciudad, y en oyéndolo, se ponían todos en tanto silencio, que parecía no haber
hombre, desbaratándose los mercados y recogiéndose la gente, con que quedaba
todo en grande quietud y sosiego. Al alba, cuando ya amanecía, le tornaba a
tocar, con que se daba señal de que ya amanecía, y así los caminantes y
forasteros se aprestaban con aquella señal para hacer sus viajes, estando hasta
entonces impedidos para poder salir de la ciudad. Este templo tenía un patio
mediano, donde el día de su fiesta se hacían grandes bailes y regocijos, y muy
graciosos entremeses, para lo cual había en medio de este patio un pequeño
teatro de a treinta pies en cuadro, curiosamente encalado, el cual enramaban y
aderezaban para aquel día con toda la pulicia posible, cercándolo todo de arcos
hechos de diversidad de flores y plumería, colgando a trechos muchos pájaros,
conejos y otras cosas apacibles, donde después de haber comido se juntaba toda
la gente. Salían los representantes y hacían entremeses, haciéndose sordos,
arromadizados, cojos, ciegos y mancos, viniendo a pedir sanidad al ídolo; los
sordos respondiendo adefesios, y los arromadizados, tosiendo; los cojos,
cojeando, decían sus miserias y quejas, con que hacían reír grandemente al
pueblo.
Otros salían en nombre de las sabandijas, unos vestidos como
escarabajos y otros como sapos, y otros como lagartijas, etc., y encontrándose
allí, referían sus oficios, y volviendo cada uno por si tocaban algunas
flautillas de que gustaban sumamente los oyentes, porque eran muy ingeniosas,
fingían asimismo muchas mariposas y pájaros de muy diversos colores, sacando
vestidos a los muchachos del templo en estas formas, los cuales subiéndose en
una arboleda que allí plantaban, los sacerdotes del templo les tiraban con
zebratanas, donde había en defensa de los unos y ofensa de los otros, graciosos
dichos, con que entretenían los circunstantes. Lo cual concluido, hacían un
mitote o baile con todos estos personajes, y se concluía la fiesta, y esto
acostumbraban hacer en las más principales fiestas.
" (*) “Historia Natural y Moral de las
Indias”. ISBN 8449203740 Dastin, S.L. España 2003, CAPÍTULO XXX.
Se despide su amigo ING Julián Romero Tehuitzil,
colibrifuerte2001@yahoo.com.mx
La Caja de Cartón., email: tlciudadana@gmail.com....www.tlciudadana.com.mx
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