Donald Trump y Kim Jong-um dos enfermos que amenazan al
mundo
Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA. - En estos tiempos
que nos tocó vivir, de violencia generalizada a lo ancho y largo de nuestro
país y del mundo, conviene revisar algunos de los textos clásicos sobre el
tema. Entre estos destaca la Historia
natural de la agresión, editado en español por Siglo XXI, en 1970.

El hombre es el mamífero más
agresivo del planeta. La auténtica lucha abierta entre mamíferos parece darse
sólo cuando la densidad de la población es excesiva para los recursos del
medio, de manera que hay un grave hacinamiento.
El ser humano parece ser una excepción. Los no imaginados estratos de maldad del corazón humano han causado la
muerte de 59 millones de personas en guerras y luchas homicidas entre los años
1820 y 1945. (Freeman). Y no se
diga del 45 para acá, súmele usted.
¿Es innata la violencia humana? Los testimonios humanos parecen casi
inequívocos; la agresión no es meramente una respuesta a la frustración, es un
impulso universal de hondas raíces.
Entre las ponencias destacan las que estudian el comportamiento de los
animales, en cuanto a sus actitudes agresivas, tanto por su interés intrínseco
como para su comparación con los actos de la especie humana.
La violencia entre
primates
Una de las ponencias más interesantes es el experimento del profesor
norteamericano Harry F. Harlow. Lo que hizo fue criar monos Rhesus aislados de sus madres, pero con
acceso entre ellos en una especie de sociedad de huérfanos exenta de influencia
de adultos.
Los huérfanos entablaron relaciones entre ellos con algo menos de
rapidez y facilidad que grupos similares con acceso a sus madres. Pero cuando
crecieron, los huérfanos fueron monos normales desde el punto de vista de la
conducta, con comportamiento sexual y explorador normales, y niveles de
agresividad normalmente moderados.
Por otro lado, algunos monos jóvenes fueron criados aislados no
solamente de sus madres sino también unos de otros. Ya crecidos, mostraron
graves trastornos del comportamiento. Se parecían a los pacientes
esquizofrénicos humanos. Cuando se les dio posteriormente oportunidad, no
mostraron respuestas sociales positivas de ninguna clase. Se estuvieron
sentados, mirando fijamente, en sus jaulas, y se mordían si se acercaba alguna
persona.
Su conducta sexual estaba muy trastornada. Pero unas cuantas hembras
criadas así fueron finalmente preñadas por machos normales excepcionalmente
pacientes y persistentes. Tales hembras tuvieron hijos; pueden, pues, describirse
como “madres sin madre”.
La conducta de las madres sin madre hacia sus pequeños fue tremenda e
inhumana (o mejor “no simiesca”). No mostraron respuesta ni atención positivas.
Los monos pequeños intentaban sin cesar entrar en contacto físico con sus
madres, que los tiraban o pisoteaban como si fueran desperdicios o parásitos.
Al igual que los huérfanos considerados anteriormente, los monos
jóvenes tuvieron acceso unos a otros, y adquirieron cierta capacidad para la
conducta social. Pero evidentemente habían padecido una intolerable frustración
en su infancia. A medida que crecieron, mostraron más agresión que ningún otro
de los grupos estudiados, y a veces se diría que se asemejaban a los
delincuentes juveniles humanos.
Conclusión: la agresividad intensa, anormal para la especie, sólo
apareció en los monos sometidos a la crianza de una “mala” madre. Y debemos
recordar que estas “malas” madres lo eran a causa del modo como habían sido
criadas. Claramente el elevado nivel de agresividad de un primate es producto
de la tradición cultural.
En los seres humanos la cultura se transmite no sólo por los padres
sino también, especialmente en la adolescencia, por iniciación, adoctrinamiento
y otras presiones sociales; o en el mejor de los casos, por la educación.
¿La agresión entre
los individuos es equiparable a la agresión entre los Estados?
Se trata de un desafío a las fronteras entre las disciplinas de la
sociología y la historia. No existe ningún acuerdo sobre la respuesta al
problema de la agresión entre individuos llevada al contexto de la gran
agresión entre las naciones, entre los Estados.
En aquel coloquio no hubo acuerdos. Para unos no hay testimonios
directos que puedan iluminarnos sobre el origen de las guerras. Los
antropólogos y biólogos arguyen que los seres humanos no poseen proclividad
innata hacia la guerra; por eso es que es necesario adoctrinarlos para que
peleen; además de que hay muchas naciones que se mantienen en paz durante las
guerras.
En cambio, los historiadores aceptan las guerras como un componente
del comportamiento humano y analizan las causas de la guerra entre las naciones
y los Estados en términos políticos y económicos racionales.
De todas las ponencias, la más interesante es la de John Burton, un
diplomático australiano que rechaza la noción de agresividad entre los Estados
soberanos.
Para él la agresividad entre animales es válida. E incluso entre los
seres humanos puede explicarse en términos de frustración, miedo,
desplazamiento y chivos expiatorios; en suma, no cree que la agresividad humana
pueda establecerse como una cosa normal.
Conclusión
Lo que existen son tendencias agresivas entre individuos, que, al
estar en posición de poder político, inducen a los Estados nacionales a actuar
agresivamente.
Y aquí viene lo más interesante: esto empuja a todo Estado a estar
esperando alguna agresión, aun cuando no haya enemigo discernible, y la
política de defensa del Estado producirá precisamente el resultado que intenta
evitar.
Donald Trump y su homólogo Kim Jong-um son ejemplos claros y actuales
de ese tipo de individuos agresivos que están empujando a sus respectivos
Estados hacia la guerra.
No creo que se trate de “hijos de mala madre” como los primates que
estudió Harlow. En todo caso se trata de dos juniors enfermos, herederos de un
gran poder, que fueron educados en la prepotencia, en la avaricia y en el
desprecio a los valores que heredamos del Humanismo y de la Ilustración. Ya
veremos hasta donde llegan.
0 comentarios:
Publicar un comentario