¿Qué debo hacer?
Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- En su texto El
alma del ateísmo, el filósofo francés André Comte-Esponville, apoyándose en La
crítica de la razón pura de Kant se pregunta, ¿qué estudia la filosofía? Y para
responder a algo tan general, tan básico, pero también tan complejo, aclara de
inmediato, la filosofía pretende responder a tres preguntas: ¿qué puedo
conocer? ¿qué debo hacer? y ¿qué me está permitido esperar?
Traigo a colación estás grandes cuestiones filosóficas porque
últimamente me he estado preguntando ¿en qué cree el loco Trump? Ya sabemos que
no estudia ni lee nada, no tiene tiempo, sólo está dedicado a hacer dinero (y
ahora política); pero ¿es religioso? ¿católico?
¿cristiano? No lo sé y para escribir esto ni siquiera me molesté en
investigarlo, carece de importancia, en todo caso si dice ser cristiano, en el
fondo no es más que un gran hipócrita.
Pero no vayamos tan lejos, veamos que sucede aquí en casa, en “el
patio trasero” del imperio y preguntémonos ¿en qué cree nuestro presidente?
Dando por descontado que no sigue ninguna corriente filosófica, porque tampoco
lee, o en todo caso muy poco, sólo recuerda haber leído algunas partes de la
Biblia; ya sabemos que es católico, todos lo vimos comulgar junto con su esposa
de la mano del Papa Francisco. Así que me temo que se trata de otro hipócrita.
¿Qué no? Solo hay que ver su último sainete con relación al gasolinazo, con
toda desfachatez nos pregunta a los mexicanos ¿qué hubieran hecho ustedes?
¿Dónde comienza la
modernidad?
Pero antes de continuar con la crítica política, regresemos al texto
de Comte-Sponville. Lo que el filósofo defiende es que, si bien la religión y
la espiritualidad son dos cosas distintas, a fin de cuentas “los ateos también
tienen espíritu”. Pero entonces ¿por qué se interesan menos que los demás por
la vida espiritual?
Su propuesta es pensar en una espiritualidad laica, sin Dios, sin
dogmas y sin Iglesia. Lo que supone un gran desafío: la espiritualidad es algo
demasiado precioso e importante, como para dejarlo en manos de los fanáticos.
El laicismo no debe confundirse con el odio antirreligioso, hay que
reivindicarlo como un amor que exige libertad, para uno mismo y para los demás.
Y regresando a Kant, nos aclara: no porque Dios me ordene algo está
bien, sino que podemos creer que Dios ordena una cosa o acción porque es buena.
Ya no es la religión lo que funda la moral, sino la moral la que funda la
religión.
Y todavía más a fondo: para quien tiene religión, los deberes son
divinos. Para quien no la tiene, los deberes continúan, se los impone uno
mismo. Ahí es donde comienza la modernidad. Y remata: el siglo XXI será
espiritual y laico o no será.
Comte-Sponville cita a Alain: la
moral consiste en saberse espíritu y, por este motivo, absolutamente obligado,
porque nobleza obliga. En la moral no hay otra cosa que el sentimiento de la
dignidad. ¿Robar, violar, matar? No sería digno de mí: ni digno de lo que
la humanidad ha alcanzado, ni digno de la educación que he recibido, ni digno
de lo que soy y quiero ser. Por tanto, yo me lo prohíbo, y a esto es a lo que
podemos llamar moral.
¿Qué hubieran hecho
ustedes?
Y ahora sí, regresando a la crítica política, ¿qué debo hacer? se
pregunta el presidente Peña Nieto. Bueno, no lo dijo así, pero en el fondo esa
es la pregunta clave. Y la respuesta es para la mayoría de los mexicanos, pues
ni más ni menos que lo que usted juró cuando tomó posesión del cargo: respetar
y hacer respetar la ley y servir al pueblo de México. Pero ya es demasiado
tarde. En combinación con la llegada del loco Trump al poder, nos espera un fin
de sexenio todavía peor.
Como dice Jorge Zepeda Patterson en su última columna en Sin embargo:
la frase de Peña Nieto para explicar el aumento en el precio de las gasolinas,
“¿qué hubieran hecho ustedes?” es como la del cirujano: absolutamente
reveladora. Es lo que argumenta alguien que se encuentra contra la pared en un
último intento para justificarse, cuando todas las demás razones se han
agotado.
Y continua con una respuesta demoledora: “Con su pregunta, Peña Nieto
pretende que nos pongamos en sus zapatos. Una exigencia ilegitima porque él
nunca se puso en los zapatos de tantos millones que viven bajo el apremio, la
inseguridad y la injusticia. Millones que observaron durante cuatro años la
manera en que gobernadores, legisladores, partidos políticos y funcionarios
saqueaban a una escala nunca antes vista los recursos públicos”.
Y ya para terminar, regresando a las tres preguntas de Kant, ¿Qué
puedo conocer? Pues casi todo, lo bueno y lo malo, por fortuna “la gran cloaca
está abierta” como dijera Krauze. ¿Qué debo hacer? De acuerdo con la
Ilustración y con la fe cristiana, actuar conforme al humanismo y la razón: lo
que mi educación y mi dignidad humana me indican. Y por último ¿qué nos está
permitido esperar? Para los creyentes la respuesta es sencilla: la salvación;
pero para los que no lo somos pareciera que la esperanza se burla de nuestros
razonamientos. ¿Usted qué opina?
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