Velen y estén preparados (cf. Mt 24,37-44)
MATAMOROS, TAMS.- Todos
tenemos esperanzas, grandes o pequeñas. Algunas cambian con el tiempo. Otras
permanecen; la esperanza de que triunfen la verdad y la justicia. La esperanza
de que haya paz y que el mundo sea mejor. La esperanza de que algún día todos
podamos ser felices por siempre.
¿Por qué esperamos todo esto? Porque Dios nos creó para vivir así. Sin
embargo, desconfiamos de él y pecamos, con lo que abrimos las puertas del mundo
al mal y la muerte. Pero Dios nos amó tanto que nos rescató encarnándose de la
Virgen María, dando su vida, comunicándonos su Espíritu y haciéndonos hijos
suyos ¡Esto es lo que celebramos en Navidad!
Para vivir mejor esta gran fiesta nos preparamos a través del
Adviento, que hoy comenzamos, y que significa “llegada” o “presencia. Y con el
Adviento iniciamos el Año Litúrgico, durante el cual vamos a acompañar a Jesús
a lo largo de su vida terrena para aprender de él a vivir como hijos de Dios, y
así, cuando vuelva, pueda llevarnos al Padre, que nos da firmeza y paz sin
límites y sin final.
¡Ésa es la gran meta que nos aguarda! “Es el horizonte –dice el Papa
Francisco– para hacer un buen camino”. Por eso el salmista nos invita: “¡Vamos
a la casa del Señor!”. “¡Sí! –digámosle–, vamos a la casa del Señor!”. Claro
que para llegar ahí debemos poner de nuestra parte. Por eso Jesús nos pide
estar atentos ¿Cómo? Dejando las obras de las tinieblas y poniéndonos las armas
de la luz.
¿Cuáles son las obras de las tinieblas? El egoísmo. El inventarnos
nuestra propia verdad. El usar a los demás como objetos de placer, de
producción o de consumo. La mentira. La envidia. Los chismes. La avaricia. La
indiferencia. El rencor. La corrupción. La violencia. Quien las elige, se distrae.
Se daña. Perjudica a su familia y a la sociedad. Se pierde para siempre en la
soledad del amor reusado.
¿Y cuáles son las armas de la luz? La verdad. La justicia. El bien. La
solidaridad. El amor. El perdón. La libertad. El progreso. La vida. Quien las
elige, está atento. Vence al mal. Se realiza. Ayuda a su familia y a los que le
rodean a tener una vida digna. Se encamina a la felicidad sin final. “Está
atento –dice san Gregorio– el que observa en sus obras lo que cree”.
“Adviento –comenta Benedicto XVI– es el tiempo para despertar en
nosotros la esperanza de renovar el mundo, con la ayuda de Dios”. ¿Que quizá
hasta ahora no lo hemos hecho? ¿Que las cosas están difíciles en casa, la
escuela, el trabajo y la sociedad? ¡Ánimo! No olvidemos que, como afirma
Shakespeare: “Todo puede enmendarse”. Que María, Refugio de los pecadores, nos
ayude a echarle ganas.
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