Por Mario SALAMANCA RODRÍGUEZ
¿Caminante de dónde vienes? ¿Ha donde llegaras?
Viajo sin rumbo fijo, ha pasos lentos, y mil peligros
Mis pasos firmes, por valles y ciudades, mil senderos
De ojos azules y placenteros, se ha nublado al paso de los años.
Días nublados, noche oscuras, sin esperanzas
Lluvias torrenciales, regando las hermosas campiñas
Cansado, fatigado, estragos en senectud, pidiendo pan
¡Dios nos bendice! Siempre agradecido si ningún afán.
La niñez, juventud, llenos de años… días hermosos
El ayer ha pasado, agradables o desagradables momentos
Mi faz resplandeció, como el trigal lleno de hermosura
Lejanas milenarias nevadas, blanquearon mi cabeza.
Ya es tarde, apresuro el paso, se aproxima la noche
El tiempo se acorta, mi fuerza se agota, no hay reproche
La vida es nada pronto se acaba… y … desaparece
En las mañanas hay neblina, en el día desaparece.
Manifiesto, y olvido el pasado, el futuro será hermoso
Maná del cielo comeré, vino de nobles tomaré
En la mesa de honor, con los grandes me sentaré
Mártires, profetas, reyes… he de ver ¡Día glorioso!
Dios bendijo el sermón del monte, cinco mil almas alimento
Falto de recursos, hijo prodigo… ya nunca lo seré
Contempló más allá del sol… si halla moraré
Santa ciudad, de oro fino es, el palacio se edificó.
No hay temores, aflicciones y dolor… se fueron
Canticos de paz, con voz angelical por siempre cantaré
Arpas, trompetas de oro fino, tendré y tocaré
Mortales, he inmortales entraremos a la nueva Sion.
En las calles frías, desiertas, no hay caminantes
Comunidades y ciudades, sin hombres peregrinando
No hay, forasteros, o hijos pródigos, se han retirado
Si me dieran albergue subiré con prontitud a los montes.
Todo dejaré, no volveré, para siempre me apartaré
Voy a la santa ciudad ¡Oh! Grandiosa, hermosa y celestial
Multitud de huestes celestiales… yo la exaltaré
Mi alma volará… si… a la morada eterna y celestial.
Por la eternidad, donde muerte no habrá, allá viviré
Transportado al hermoso cielo… muy pronto volaré
Multitud de huestes celestiales, con cánticos en coro
Canten pueblos y naciones por la eternidad ante su trono.
¡Consternación y muerte en ciudades habrá!
Ya no estaré en el momento “Hermosa y gran ciudad”
Rápido e inmediato, llegaré, me llama a su presencia
Perlas, diamantes, calles de oro fino, la eterna ciudad.
Percibo los sonidos, me voy al dulce hogar
Tañen campanas de oro de la ciudad real
Voy a descansar, al reposo eternal, lugar de honor
Cerca de la majestad de Dios, en el palacio real.
Brillando el sol en sui cenit, refulgente resplandor
Al dulce hogar, al cielo de grandeza y esplendor
La gran trompeta, aquel día se tocará, día de loor
Marchas triunfales, es destruida la muerte, extinto de dolor.
Resurrección triunfante, victorioso en el cielo celebrad
¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Cantad, omnipotente es el
Señor mi Dios… ¡Cuán grande es él!
Moradores del polvo de la tierra ¡Despertad y cantad!
El alba eterna rompe en claridad; llega el día final
Los redimidos entra, coronas de oro todos tendrán
La puerta de la santa ciudad serafines la cerrarán
Toca al final trompeta; los muertos se levantan es el final.
Los libros abiertos, sentencia de eminencia dictará
Corona y cetro de oro, ropajes reales blancos, el juez se sentará
Apelación no habrá, condenación o vida eterna al final
Poder he infinito amor… al claro manantial.
A excelsa trinidad rindamos todo honor
Cuándo allá se pase lista a mi nombre
Yo feliz responderé
Peregrinos terrenales, otros mundos
Huestes de honor, día glorioso.
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