Francisco Javier Clavigero
* Costumbres Funerarias en el México Antiguo
Por Ing. Julián ROMERO TEHUITZIL
CHOLULA.- Francisco Javier
Clavijero contribuye con algunos datos diferentes al estudio de las costumbres
funerarias. Su fuente es tardía (17791781).
La jesuita cita a otros autores anteriores, por ejemplo, Francisco
Hernández, Joseph de Acosta y López de Gómara. Sin embargo, aquí presentamos
unos datos que difieren de otros cronistas, sobre todo por el uso del papel en
las exequias (1945, 11: 186-191).
Al morir una persona, los familiares llamaban a los "maestros de
ceremonias fúnebres". Dentro de la casa, estos maestros cortaban "un
buen número de papeles [de amatl] (1) y vestían el cadáver con papel.
(1) Maximino Martínez, 1987: 54, identifica el amate como "nombre
que se aplica a las higueras silvestres del género Ficus: F. padifolia, F.
Seqoviea, F. involuta. F. petiolaris, etc."
Sahagún (1969, I1I: 285) describe el amaquauitl como un árbol con
corteza lisa y de color verdosa, de la cual hacen papel.
Al soldado lo vestían con el atavío de HuitzilopochtIi, dios de la
guerra, al mercader con el de Yacatecuhtli su patrón, al esterero, con el de
Nappatecuhtli, dios de los que trabajaban los tules. Cada muerto llevaba el
vestido del protector de su oficio, aunque Clavijero dice que "al que
moría ahogado vestía el traje de Tlaloc, al borracho el de Tezcatzoncatl o de
Ometochtli --dioses del vino-, y al que moría ajusticiado por adulterio el de
Tlazolteotl".
Derramaban agua de una pequeña vasija en la cabeza del muerto y
colocaban una jarra de agua en la mortaja, diciéndole que era la que gozaba en
la vida y la que necesitaba en su viaje. Para el largo viaje pasaba por nueve
lugares peligrosos (aunque Clavijero sólo menciona siete), los sacerdotes o
maestros ponían en el muerto papel cortado, seguramente con figuras especiales,
para cada estación en su peregrinación:
El Primero, para pasar bien
entre los cerros que se juntaban y podían aplastar al viajero;
El Segundo, para defenderse
de una gran serpiente;
El Tercero, como protección
contra el cocodrilo xochitonal;
El Cuarto para poder pasar
por ocho desiertos;
El Quinto como
salvoconducto para los ocho collados;
El Sexto para protección contra los vientos que cortaban como
cuchillos, y para crear calor en ese lugar de vientos helados, dice el
cronista, se quemaban la ropa y las posesiones del difunto.
El Séptimo lugar donde se
necesitaban los papeles cortados era el sitio donde el techichi, el perrillo
"de pelo rubio", le ayudaba a cruzar el río Chiuenahuapan (sic). Ya
entregados los papeles protectores, se quemaba el cuerpo, se recogían las
cenizas en una olla "y echaban en ella una piedra preciosa mucho o de poco
valor, según la posibilidad del difunto", para que sirviera como corazón
en el otro mundo. Enterrada la olla con los restos, la gente ofrecía "pan
y vino" durante cuatro días (Ibid: I. 88).
Cuando el tlatoani se enfermaba, se ponía una máscara a la estatua de
Huitzilopochtli y otra a la de Tezcatlipoca (Clavijero no describe las
máscaras), y no se las quitaban hasta que el enfermo sanaba o moría. Cuando
moría, hacían sus exequias de la misma manera descrita por otros cronistas: se
le ataviaba como al dios principal, se colocaba una máscara sobre la cara y se
le ponía una cuenta de piedra verde en la boca. En la procesión al templo, iban
los grandes señores, los deudos y las mujeres del difunto y los sacerdotes.
Colocaban el cadáver en la pira que ya estaba preparada en el atrio,
"con leña odorífera y resinosa con una gran cantidad de copal..."
(Ibid. 189).
Se sacrificaban algunas de las mujeres del tlatoani y los esclavos,
después se guardaban las cenizas del muerto en un cofre. Las ceremonias en
honor del difunto se llevaban a cabo periódicamente, y cada año se le ofrecían
mariposas, codornices, alimentos, flores, copal y canutillos de tabaco.
Se despide su amigo Ing. Julián Romero Tehuitzil, colibrifuerte2001@yahoo.com.mx
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