Debilidades de Peña, ante Trump, son herencia nacional
Por Edmundo TLACUILO ALMAZÁN

Parece que nos olvidamos que México, no es una superpotencia mundial y
que el presidente de este país no es Putón, ni Xi Jinping. Repasamos
brevemente, pues, algunas verdades históricas atinentes al tema. Al consumarse
la independencia nacional en 1821, el imperio español nos heredó cuatro cosas,
entre otras muchas, que es necesario tomar en cuenta para no olvidar nuestra
realidad actual. La primera es el gran rezago económico que generó la visión
mercantilista de la economía que aplicaba España en sus colonias y que se
caracterizaba por tres principios básicos. A) la actividad económica y
comercial era para las arcas reales, es decir, para enriquecer al monarca y no
a la nación como tal; b) el monopolio absoluto del comercio de la metrópoli,
con sus colonias, lo que cerraba las puertas al libre intercambio de éstas con
el resto del mundo; c) la idea peregrina de que la riqueza social residía e la
cantidad de oro y plata de que dispusiera un país.
Esta política mercantilista se mantuvo hasta el fin de la colonia, es
decir, hasta principios del siglo XIX, cuando y en Inglaterra y Europa, el
capitalismo industrial se hallaba en plena expansión y exigía merados para sus
excedentes, y fue la que nos puso en la desventaja. La competitividad, en que
nos debatimos hasta hoy. La segunda herencia fue un territorio inmenso (más de
cuatro millones de kilómetros cuadrados) pero absolutamente despoblado, sobre
todo en el lejano norte del virreinato y por lo ya dicho, desaprovechado y
prácticamente incomunicado con el centro del país. Estas fueron las razones de
que la injusta guerra norteamericana para adueñarse de más de la mitad del país
(la invasión de 1847-1848) fuera solo cuestión de tiempo, la tercera cosa fue a
continuidad del dominio de la misma pequeña casta de españoles peninsulares
ricos contra l que habían luchado los insurgentes Hidalgo y Morelos, a la
cabeza.
Este hecho poco conocido por cierto fue consecuencia de la forma en
que se consumó la independencia de México, la cual no fue fruto el triunfo de
los rebeldes, sino de una maniobra pactada entre los españoles dueños del
comercio, las minas, y las plantaciones, el alto clero y la casta militar
ligada al imperio y su verdadero objetivo no fue la libertad del pueblo sino la
defensa de la casta dominante, los vientos de renovación burguesa que soplaban
en España, avivados por la constitución de Cádiz, de 1812. Hay mucho de cierto
en la frase lapidaria que afirma que la conquista de México la hicieron los
indios y la independencia los españoles; la cuarta herencia fatal fue el
complejo de inferioridad instilado por los conquistadores hasta el fondo mismo
del ser nacional del mexicano, fueron 300 años de predica llamándonos indios
bárbaros, carentes de inteligencia y hasta de alma e incapaces de pensar y
crear por nuestra cuenta.
Nuestro “malinchismo” es decir nuestra proclividad a admirar todo lo
extranjero y a despreciar lo nuestro es proverbial en el mundo entero, y
explica el hecho de que, hasta el día de hoy, sigan llegando extranjeros a
hacer la América, hacerse ricos entre nosotros, y que el poder económico de la
nación se halle en manos de esas minorías “emprendedoras”, estas cuatro
herencias causaron no solo la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio,
sino también la inestabilidad política y de la falta de progreso económico
durante casi todo el siglo XIX. En ese lapso, los ricos españoles y sus aliados
el alto clero y la casta militar ligada a ambos poderes, no cejaron en su
intento de devolvernos al dominio español, o en su ligar a instaurar una
monarquía “mexicana” con un príncipe extranjero a la cabeza, su argumento era
el desorden político, económico y social que reinaban en el país, que era real,
en efecto, pero que ellos atribuían a la falta de un gobierno fuerte y con
experiencia en el arte de gobernar y se cuidaban mucho de decir que era la
consecuencia de sus intrigas, ambición de poder y labor de ocultamente de todo
gobierno que no se alineara con sus intereses fue la reforma y el gobierno de
don Benito Juárez, los que frustraron la última intentona imperial de la
derecha mexicana, e instrumentaron la república democrática, representativa y
federal, que somos hoy.
Nuestro complejo de inferioridad explica bien nuestra falta de un
espíritu nacional vigoroso, sólido y aguerrido, capaz de crear un país
igualmente sólido, poderoso y firmemente unido por la raza, la lengua y la
cultura, en más de 200 años de vida independiente no hemos tenido un economista
de importancia que trazara el rumbo exitoso a nuestra economía, nos han faltado
educadores capaces de hacer del pueblo mexicano una nación de científicos,
investigadores, creadores, descubridores, nos han faltado estrategas políticos
capaces de aprovechar el potencial humano y material del país para hacerlo
rico, autosuficiente y competitivo; nos ha faltado voluntad, visión y
patriotismo hondo para entregarnos, alimentar, curar y educar con excelencia a
los mexicanos, para lanzarlos al mar de las competencias con probabilidades de
éxito.
Hemos construido un país débil que dependen de la inversión extranjera
para crecer y del mercado norteamericano para vender lo que producimos, para
adquirir alimentos, tecnología, materiales semielaborados para ensamblar
productos terminados y mucho más por eso temblamos ante el cierre de la
frontera norte; por eso nos intimidan las amenazas de Trump de regresarnos a
todos nuestros paisanos radicados en su país; por eso nos asusta la cancelación
del TLC cuando debería alegrarnos. No somos capaces de abastecer a nuestras
fuerzas armadas con armamento de calidad, y en cantidad suficiente, razón por
la cual no están en condiciones de enfrentar al gigante norteamericano, sin
duda puede un país débil como el nuestro hablar de tú a tú, con un poderoso
como Trump, pero con una condición sine quanon m debe aclararse contar con una
fuerza suficiente para equilibrar el peso de la riqueza y el poder militar, esa
fuerza como lo demuestran los casos de Cuba y de la Venezuela de Hugo Chávez,
no es otra que el respaldo masivo, firme y decidido de un pueblo educado
,organizado y dispuesto a defender la dignidad y la soberanía de su país y de
su gobierno legítimo, y este si es un déficit del presidente Peña Nieto, pero
no solo de él, sino de todos los que antes de él han ocupado la silla
presidencial.
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