¿A temblar?
Por Alejandro Mario FONSECA
CHOLULA.- Al día siguiente
del triunfo de Trump en las elecciones de los Estados Unidos, la prensa nacional desplegó en sus portadas
titulares de asombro y de incertidumbre, en suma, desasosiego.
El ocho columnas del diario Reforma mostraba la expresión “¡A temblar!”,
el Excélsior puso la misma frase en su primera
plana; el diario Milenio calificó la victoria del millonario
estadounidense como una “Sacudida global” y El Universal señaló en su primera
plana el titular “Gana Trump: incertidumbre mundial”.
“Los estadounidenses sorprendieron ayer al mundo y pusieron a temblar
a mercados y gobiernos”, profundizó el Reforma sobre la victoria del fanfarrón.
Y ya más jocosamente la columna editorial “Templo Mayor”, del mismo
Reforma, comentó que la mañana de ese miércoles los mexicanos se preguntaban
“qué es lo que debemos hacer ahora”: encomendarnos a la Virgen de Guadalupe,
levantarle el castigo a Luis Videgaray, o ambas.
La política del
terror
Como en los peores tiempos de los Reagan, los Nixon y los Bush; Donald
Trump retoma la doctrina del Shock, pero ahora no se trata de apuntalar la
“libertad de los mercados mundiales”, sino su contraparte: el proteccionismo.
Después de 40 años de liberalismo a ultranza, impuesto muchas veces a
base de violencia y terrorismo contra el individuo y la sociedad, contra los
pueblos débiles, a contrapelo de la globalización, la propuesta del psicópata
es la de avanzar hacia atrás.
En medio de la peor crisis económica que están viviendo los Estados
Unidos y las principales potencias industriales del mundo, el loco Trump,
ignorando los avances que la sociedad mundial ha ido logrando a base de
perseverancia en el tema de Derechos Humanos, pretende un relanzamiento del
capitalismo depredador.
Y como no cuenta con solvencia intelectual, al carecer de un plan
alternativo, basado en estudios serios de economía, sociología y ciencia
política, lo que hace es mentir y amenazar; los mexicanos no somos para él más
que un chivo expiatorio, en el que sus seguidores descargan su insatisfacción,
pero también sus culpas.
Miedo, espanto, terror…
Tras la invitación a celebrar el triunfo de Trump, por parte del Ku
Klux Klan, decía yo en mi anterior artículo, que la mejor caracterización que
encontré sobre ésta secta xenófoba, homofóbica, antisemita, racista y demás;
está en una novelita de Conan Doyle titulada K. K. K. Además del origen
onomatopéyico del nombre, basado en el sonido de una carabina al armarse, el
autor nos explica:
“Era una gran fuerza, ejercía
omnímodo poder sobre los electores negros, y anulaba, bien por medio de la
muerte o de la simple expatriación, a cuantas personas intentaban oponerse a
sus deseos. Antes de herir, los miembros de esta sociedad enviaban una especie
de mensaje a la víctima; unas veces bajo la forma de un tallo verde, o de una
hoja de roble, o de cinco pepitas de alguna fruta. Al recibir este aviso, el
condenado debía cambiar por completo su vida y hacer todo lo contrario que
había hecho hasta entonces. Si no hacía caso, la muerte es inevitable, una
muerte extraña, imprevista. Estaba de tal modo organizada esta sociedad, que
aún no se ha dado el caso de que nadie
la desafiara impunemente ni que se descubrieran los autores de algún castigo.
En 1869 se disolvió por completo, y desde entonces no han faltado asiladas tentativas
de reorganización.”
No hay que entrar en
pánico
Ya veremos, yo no creo que en los tiempos que nos tocó vivir, tras el
dramático avance de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, en
combinación con los incuestionables avances en materia de Derechos Humanos, la
sociedad mundial, e incluso la propia sociedad norteamericana, le permitan a un
psicópata gobernar a la todavía gran potencia mundial, siguiendo las
directrices del Ku Klux Klan.
Entonces ¿qué hacemos? Por lo pronto, no entrar en pánico. Si usted
tiene algún familiar que se va a tener que regresar, bueno, pues tomemos
previsiones y acojámoslo, después de todo acá está su casa. Bueno, si una casa
bastante desvencijada (me refiero al país), por que el dinero no alcanza (se lo
roban los criminales y los malos políticos), pero casa al fin.
Convirtamos la crisis que se profundiza en un área de oportunidad. Lo
que tenemos que hacer es empezar por ser honrados con nosotros mismos; no se
deje engañar, no compre lo que no necesita: el “buen fin” es una trampa.
Trabajar más, no dejarnos, hay muchos abusivos por ahí. Y ya que
pusimos orden en la casa, exijámosles al gobierno local estatal y federal que
trabajen y que no roben. Organicémonos con nuestros vecinos y no dejemos que
nos roben. Denunciemos la corrupción, no caigamos en ella.
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