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Un mandamiento nuevo les doy

Written By Unknown on martes, 3 de mayo de 2016 | 19:32

“Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros” (cf. Jn 13,31-35)

Por Eugenio LIRA RUGARCIA

PUEBLA.- Todos queremos ser felices. Y algo nos dice que esto se alcanza experimentándonos incondicional e infinitamente amados. Pero, ¿quién puede brindarnos un amor así? La vida enseña que las personas o nos aman condicionadamente, o nos fallan, o se mueren. Entonces, ¿quién podrá darnos un amor perfecto? Solo Dios, que es bueno y cariñoso con todas sus criaturas [1].

Este Dios se ha hecho uno de nosotros en Jesús y ha entrado en nuestra vida para liberarnos del pecado que nos cierra al amor, llenarnos de su Espíritu de Amor y hacernos hijos suyos, partícipes de su vida plena y eternamente feliz, que consiste en amar.

“Jesús –comenta el Papa–, “quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró –comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando– qué significa ser Hijo de Dios” [2]. Ser hijo de Dios significa vivir amando ¡Ese es el camino de la felicidad!

Por eso Jesús, que nos ha amado hasta dar la vida para darnos vida, nos dice: “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”. Amando como Él participamos de su poder, capaz de vencer al pecado, al mal y a la muerte, y de hacer triunfar la verdad, el bien, el progreso y la vida.

Benedicto XVI explica que el amor, que abarca todas las potencialidades humanas, "es preocuparse y ocuparse por el otro"[3]. Es ayudar a la familia y a los demás a tener una vida digna, a realizarse, a encontrar a Dios, a ser felices. “Que esté en ti la raíz del amor –dice san Agustín– porque de esta raíz no puede salir nada que no sea el bien”[4].

Es cierto que amar es difícil, porque en esta tierra pasamos por muchas penas y problemas. Sin embargo, Jesús nos ha demostrado que con la ayuda de Dios podemos seguir adelante ¡Perseveremos en la fe!, como nos animan Pablo y Bernabé[5]. Así llegaremos a la morada de Dios, donde “ya no habrá muerte ni duelo, ni penas ni llantos”[6]. ¡Vale la pena!

[1] Cf. Sal 144.

[2] Misa con sacerdotes, consagrados, religiosas y seminaristas, Morelia, 16 de febrero de 2016.

[3] Deus caritas est, 17, 4, 5, 6.

[4] In epistulam Ioannis ad Parthos 7, 8.

[5] Cf. 1ª Lectura: Hch 14,21-27.

[6] Cf. 2ª. Lectura: Ap 21,1-5.
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