Por Andrés
ZACA NAYOTL
Teólogo
laico
CHOLULA.- La resurrección posee un peso
existencial único dentro de la vida del cristiano, pues creemos en la
resurrección de los muertos y la vida eterna. Karl Barth afirmaba: “Nadie,
pienso yo, podrá entender la fuerza y el poder de esta palabra, resurrección, si
encuentra la vida miserable y aburrida. Únicamente, los que aman la vida,
pueden entender lo que significa perderla y pueden tener la seguridad de que
tendrán vida y vida eterna”. La resurrección es la promesa de misericordia
infinita, de la fidelidad y justicia de Dios.
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Capilla de San Antonio de Padua, Italia |
La
resurrección no habría alcanzado un desarrollo suficiente maduro sino hasta
inicios del siglo II antes de Cristo, justamente con la persecución de Antíoco
Epífanes, contra los que se oponía a la helenización del pueblo de Israel. Por
ello, al primer libro de las Sagradas Escrituras que hare referencia será
Daniel 12, 1-3. Para Daniel el hombre vuelve a la tierra de la que fue formado,
como vemos la idea del Sheol no está presente en Daniel. El hombre regresa del
polvo de la tierra y se levantará del mismo. Se levantan todos, unos para la
vida eterna, otros para el oprobio. Sin embargo, notemos que no se refiere a
una situación general sino que afirma “muchos”.
Aunque
debemos considerar que siguiendo a Isaías, los que resucitan no son los impíos,
sino los justos. “Los muertos no vivirán, las sombras no se levantarán, pues
los has castigado, los has exterminado y has borrado todo recuerdo de ellos
(Isaías 26,14)”. Daniel sitúa el
acontecimiento al final de los tiempos. Después de este día glorioso, según
esta visión apocalíptica, el resto santo volverá a formar un nuevo pueblo de
Dios, en el que se retornará a un especie de estado original perdido.
El segundo
texto que consideraremos será el texto de segunda de Macabeos 2,23 s. El rey
Antíoco quiere forzar a siete hermanos a violar la ley, sometiéndoles a
distintos suplicios frente a su madre. Los hermanos, antes de morir, expresan
su orgullo de padecer por las leyes y por Dios. Dos de los hermanos afirman su
fe en la resurrección y le reprochan al rey: “tú criminal nos privas de la vida
presente, pero el Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos
resucitará a una vida eterna” (7,9). Otro hermano proclama “es preferible morir
a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de
nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida” (7,14).
Finalmente, la madre exclama: “Pues así el creador del mundo, (...) os
devolverá el aliento y la vida con
misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismo a causa de sus
leyes” (7,23). Como vemos, el texto de Macabeos afirma que la resurrección es
sólo para aquellos que obran con justicia (cfr. Macabeos 12,38-42).
En el nuevo
Testamento, la resurrección del redimido se funda a partir de la resurrección
de Cristo; por ende, se entiende nuestra resurrección como consecuencia de la
resurrección de Cristo y no separada de ella. El nuevo Testamento, siguiendo
algunas líneas fundamentales del antiguo Testamento, afirma una resurrección
para la vida o para la muerte (Jn 5,29) o una resurrección de los justos y de
los injustos (Hech 24,15); y también, únicamente de los justos (Lc 14,14;
aunque el texto no obliga a una interpretación exclusiva). En el nuevo
Testamento (1Cor 15, 1Ts 4,16) basado en
una antropología unitaria se afirma la resurrección de los muertos, no se
menciona la resurrección de la carne. Pablo, jamás hubiese usado el término
resurrección de la carne, dado lo que significa carne en sus escritos. Así,
siguiendo el nuevo Testamento, la tradición cristiana ha profesado siempre y a
partir de los símbolos de fe, una resurrección final. Lo ha hecho ciertamente a
través de un recorrido histórico no siempre unitario. Cuando la tradición avaló
la resurrección de la carne, la aseveró justamente para atacar el gnosticismo,
y es claro que con el término carne se está comprendiendo a todo el hombre.
Lo
importante es señalar que la salvación (resurrección) significa alcanzar a
Dios, estar con Cristo, participar de la vida divina.
Recordemos
que para el cristiano, la muerte es morir con Cristo, así resucitar será
resucitar con Cristo.
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