Colaboración
de Guillermo TOXQUI VEGA, tomado de Arqueología Mexicana
CHOLULA.- Como parte del Proyecto
Cholula, dirigido por el arquitecto Ignacio Marquina, el mural fue descubierto
en 1969 por el arqueólogo Ponciano Salazar en el lado sur de la Gran Pirámide,
seis niveles abajo del llamado Patio de los Altares.
La pintura
ornamenta 56 m de largo por 2.5 m de altura de la cara interior de un muro que
delimitaba un espacio palaciego, y constituye una de las obras pictóricas de
gran formato más extraordinarias de Mesoamérica por la desinhibición de su
temática.
La escena
muestra a 110 personas cuya actividad central es beber. Excepto por tres o
cuatro ancianas que se distinguen por sus arrugas y sus largas faldas, se trata
de hombres jóvenes que visten sólo un maxtlatl o taparrabo, o que están
desnudos; empero, sus collares y orejeras verdes, sus elaborados peinados o
tocados, y las máscaras que algunos portan, les señalan como miembros de un
grupo selecto (fig. 2).
Unos cuantos
sujetos esbeltos aparecen de pie, cargando o sirviendo un líquido (fig. 1). Los
demás se distribuyen sentados, la mayoría en parejas frente a grandes
recipientes de los que extraen e ingieren un licor.
IMÁGENES: A.
Algunos hombres esbeltos aparecen de pie, cargando o sirviendo un líquido. Los
demás están sentados frente a grandes recipientes que, se ha interpretado,
contienen pulque. B. Excepto tres o cuatro ancianas, la mayor parte de los
participantes del ritual de embriaguez son hombres jóvenes. C. Además hay un
chango, animal que se asociaba con la diversión y las bebidas embriagantes. D.
Algunas de las vasijas pintadas en el Mural de los Bebedores son distintivas de
Cholula. E. Las vasijas pintadas en el mural son similares a las procedentes de
excavaciones arqueológicas, y se les ha fechado entre 200 y 250 d.C.
Fotos: ©
Gabriela Uruñuela
Esta
publicación es un fragmento del artículo “El Mural de los Bebedores de Cholula.
Ceremonias de embriaguez”, de las autoras Gabriela Uruñuela y Ladrón de
Guevara, y Patricia Plunket Nagoda, y se publicó íntegramente en la edición
regular de Arqueología Mexicana, núm. 114, titulada Las bebidas alcohólicas en
el México antiguo.
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