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Mito de ''La Llorona''

Written By Unknown on lunes, 2 de noviembre de 2015 | 19:01

Por Ing. Julián ROMERO TEHUITZIL

CHOLULA.- La presencia de seres fantasmales que lloran en los ríos por motivos diversos es una característica de muchos aspectos de la mitología aborigen de los pueblos pre-hispánicos. Es así como pueden encontrarse rasgos de estas criaturas espectrales en varias de las culturas precolombinas, que eventualmente, con la llegada de los conquistadores españoles, fueron asumiendo rasgos comunes debido a la expansión del dominio hispánico sobre el continente. La leyenda es una historia que posee referentes míticos en el universo prehispánico pero que instaura su drama y su cortejo imaginario y angustiante en el orden colonial.

Finalmente, Cihuacoatl también representa a la fertilidad, al dar la vida y guardar las almas de los muertos. (Cihuacoatl “Mujer Serpiente”), lo cual hace de ella una deidad mitad humana, mitad serpiente. Para los mexicanos, era a la vez diosa de la tierra.

Con el advenimiento de la conquista española, la diosa madre Coatlicue en su carácter de madre de Huitzilopochtli, principal dios azteca, pasó a quedar identificada como la Virgen de Guadalupe, una virgen María indianizada, madre del dios cristiano Jesucristo Esta imagen simboliza la identidad e integración del actual pueblo mexicano.

“(Coatlicue [La de la Falda de Serpientes]” es la Diosa de la Tierra y una Diosa-madre; es al mismo tiempo una diosa de la fertilidad y la destrucción, uniendo la dualidad de la vida y la muerte en una visión abrumadora y aplastante.), y los partos (Quilaztli), mujer guerrera (Yaocíhuatl) y madre (Tonantzin) tanto de los aztecas como de sus mismos dioses. Mitad mujer y mitad serpiente, la leyenda de la diosa que emerge de las aguas del lago de Texcoco para llorar a sus hijos (los aztecas) es el sexto presagio de la devastación de la cultura mexica a manos de los conquistadores venidos del mar. Cihuacoatl en particular muestra tres aspectos característicos: los gritos y lamentos por la noche; la presencia del agua, pues tanto Aztlán como la gran Tenochtitlan, estaban cercados por ella -con lo que ambos sitios estaban conectados no sólo por coincidencias físicas, sino míticas-, y ser la patrona de las cihuateteo, que de noche vocean y braman en el aire. 

Estas son las mujeres muertas en parto, que bajan a la tierra, en ciertos días dedicados a ellas en el calendario, a espantar en las encrucijadas de los caminos y son fatales a los niños. Esta abundancia de diosas conectadas con cultos fálicos y de la vida sexual fue génesis no solo para la Llorona, sino también para otros fantasmas femeninos que castigan a los hombres, como la Siquanaba, la Cequa o la Sucia. 

En México, varios investigadores estiman que la Llorona, como personaje de la mitología y las leyendas mexicanas, tiene su origen en algunos seres o deidades prehispánicas como Auicanime, entre los purépechas; Xonaxi Queculla, entre los zapotecos; la Cihuacoatl, entre los nahuas, y la Xtabay, entre los mayas lacandones. Siempre se le identifica con el inframundo, el hambre, la muerte, el pecado y también la lujuria. 

Dice la leyenda que: Los cuatros sacerdotes aguardaban expectantes.

Sus ojillos vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca, al espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes.

Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares para determinar la hora, con sus profundos conocimientos de la astronomía.

De pronto estalló el grito....

Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el agua, rebotando contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de los templos, rebotó en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli, que comenzara a construir Tizoc en 1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las crónicas antiguas han sido bien interpretadas y parecio quedar flotando en el maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma Xocoyótzin.

-- Es Cihuacoatl! -- exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que aguardaban el portento.

-- La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente --, agregó el otro interrogador de las estrellas y la noche.

Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche plenilunar.

Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a lo lejos, por el rumbo del señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras ominosas huyeron hacías las aguas hasta que el pavor fue roto por algo que los sacerdotes primero y después Fray Bernandino de Sahagún interpretaron de este modo:

"...Hijos míos... amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está próxima...."

Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y conmovedores, para decir, cuando ya se alejaba hacia la colina que cubría las faldas de los montes:

"...A dónde iréis.... a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino.... hijos míos, estáis a punto de perderos..."

Al oír estas palabras que más tarde comprobaron los augures, los cuatro sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición que llenaba de terror a las gentes de la gran Tenochtitlán, era la misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza, aquella buena madre que había heredado a los dioses para finalmente depositar su poder y sabiduría en Tilpotoncatzin en ese tiempo poseedor de su dignidad sacerdotal.

El emperador Moctezuma Xocoyotzin se atusó el bigote ralo que parecía escurrirle por la comisura de sus labios, se alisó con una mano la barba de pelos escasos y entrecanos y clavó sus ojillos vivaces aunque tímidos, en el viejo códice dibujado sobre la atezada superficie de amatl y que se guardaba en los archivos del imperio tal vez desde los tiempos de Itzcoatl y Tlacaelel.

El emperador Moctezuma, como todos los que no están iniciados en el conocimiento de la hierática escritura, sólo miraba con asombro los códices multicolores, hasta que los sacerdotes, después de hacer una reverencia, le interpretaron lo allí escrito.

---Señor, -- le dijeron --, estos viejos anuales nos hablan de que la Diosa Cihuacoatl aparecerá según el sexto pronóstico de los agoreros, para anunciarnos la destrucción de vuestro imperio.

Dicen aquí los sabios más sabios y más antiguos que nosotros, que hombres extraños vendrán por el Oriente y sojuzgarán a tu pueblo y a ti mismo y tú y los tuyos serán de muchos lloros y grandes penas y que tu raza desaparecerá devorada y nuestros dioses humillados por otros dioses más poderosos.

--- Dioses más poderosos que nuestro Dios Huitzilopochtli, y que el Gran Destructor Tezcatlipoca y que nuestros formidables dioses de la guerra y de la sangre? -- preguntó Moctezuma bajando la cabeza con temor y humildad.

--- Así lo dicen los sabios y los sacerdotes más sabios y más viejos que nosotros, señor. Por eso la Diosa Cihuacoatl vaga por el Anahuac lanzando lloros y arrastrando penas, gritando para que oigan quienes sepan oír, las desdichas que han de llegar muy pronto a vuestro Imperio.

Moctezuma guardó silencio y se quedó pensativo, hundido en su gran trono de alabastro y esmeraldas; entonces los cuatro sacerdotes volvieron a doblar los pasmosos códices y se retiraron también en silencio, para ir a depositar de nuevo en los archivos imperiales, aquello que dejaron escrito los más sabios y más viejos.

Por eso desde los tiempos de Chimalpopoca, Itzcoatl, Moctezuma, Ilhuicamina, Axayacatl, Tizoc y Ahuizotl, el fantasmal augur vagaba por entre los lagos y templos del Anáhuac, pregonando lo que iba a ocurrir a la entonces raza poderosa y avasalladora.


Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según cuentan los cronistas de la época, una mujer igualmente vestida de blanco y con las negras crines de su pelo tremolando al viento de la noche, aparecía por el Sudoeste de la Capital de la Nueva España y tomando rumbo hacia el Oriente, cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento, deteniéndose ante las cruces, templos y cementerios y las imágenes iluminadas por lámparas votivas en pétreas ornacinas, para lanzar ese grito lastimero que hería el alma.

-----Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!---- El lamento se repetía tantas veces como horas tenía la noche la madrugada en que la dama de vestiduras vaporosas jugueteando al viento, se detenía en la Plaza Mayor y mirando hacia la Catedral musitaba una larga y doliente oración, para volver a levantarse, lanzar de nuevo su lamento y desaparecer sobre el lago, que entonces llegaba hasta las goteras de la Ciudad y cerca de la traza.

Jamás hubo valiente que osara interrrogarla. Todos convinieron en que se trataba de un fantasma errabundo que penaba por un desdichado amor, bifurcando en mil historias los motivos de esta aparición que se transplantó a la época colonial.

Los románticos dijeron que era una pobre mujer engañada, otros que una amante abandonada con hijos, hubo que bordaron la consabida trama de un noble que engaña y que abandona a una hermosa mujer sin linaje.
 
Lo cierto es que desde entonces se le bautizó como "La llorona", debido al desgarrador lamento que lanzaba por las calles de la Capital de Nueva España y que por muchos lustros constituyó el más grande temor callejero, pues toda la gente evitaba salir de su casa y menos recorrer las penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el toque de queda.

Muchos timoratos se quedaron locos y jamás olvidaron la horrible visión de "La llorona" hombres y mujeres "se iban de las aguas" y cientos y cientos enfermaron de espanto.

Poco a poco y al paso de los años, la leyenda de La Llorona, rebautizada con otros nombres, según la región en donde se aseguraba que era vista, fue tomando otras nacionalidades y su presencia se detectó en el Sur de nuestra insólita América en donde se asegura que todavía aparece fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al aire su terrífico alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando por cimas y montañas.

Huitzilopochtli patrono de la guerra, el fuego. Colibrí Zurdo (O izquierdo) o Colibrí del sur.

Tezcatlipoca (Espejo humeante), es la deidad más importante de la religión nahua. Era el hacedor de todas las cosas, el dios del sol en su aspecto de dominio y poder en las tinieblas. Es llamado " noche y viento, el árbitro, el que piensa y rige por su propia voluntad". Se le hace intervenir como rival de Quetzalcóatl y causante de la caída del reino del este.

De acuerdo con Matos y Solís (2002),  La imagen del dios Tezcatlipoca (espejo humeante), un dios creador que habita las cuatro direcciones horizontales y los tres niveles verticales del cosmos.

Tezcatlipoca es también el protector de los guerreros, de los reyes y de los hechiceros, y es el dios del frío que simboliza el oscuro cielo nocturno. Se le consideraba invisible y misterioso.

Quetzalcoatl (la Serpiente Emplumada). 

Se despide su amigo ING Julián Romero Tehuitzil, colibrifuerte2001@yahoo.com.mx

La Caja de Cartón.,  email:     tlciudadana@gmail.com....www.tlciudadana.com.mx de tus amigos
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