Por Ing.
Julián ROMERO TEHUITZIL
Primera
parte
CHOLULA.- Cuando se hubo llegado, se
dieron gritos, se hizo pregón: los guías, y también los hombres del pueblo.
Hubo reunión
en el atrio del dios.
Pues cuando
todos se hubieron reunido, luego se cerraron las entradas: por todos los sitios
donde había entrada.
En el
momento hay acuchillamiento, hay muertes, hay golpes. - ¡Nada en su corazón temían
los de Cholula!
No con
espadas, no con escudos hicieron frente a los españoles.
No más con
perfidia fueron muertos, no más como ciegos murieron, no más sin saberlo
murieron.
No fue más
que con insidias se les echaron encima los de Tlaxcala.
La versión
tlaxcalteca de la matanza de Cholula,
(Texto original en castellano)
La matanza de Cholula (Lienzo de Tlaxcala) |
De manera
que desde allí en adelante no se trataba de otra cosa (entre los españoles) que
de hacer gente contra los Culhuas Mexicanos, lo cual dentro de muy breve tiempo
se hizo por no dar lugar a que éstos se confederasen con los tlaxcaltecas. Y
por evitar malos pensamientos y otras nuevas ocasiones y propósitos, procuró
Cortés de no dejar de la mano a sus nuevos amigos y confederados, usando como
siempre de sus astucias como astuto capitán de la buena ocasión que presente
tenía.
Hecha su
gente comenzaron a marchar y mover sus ejércitos españoles y tlaxcaltecas con
mucho orden de su milicia, número y copia de gentes y bastimentos bastantes
para tan grande empresa, con muy principales y famosos capitanes ejercitados en
la guerra según su uso y manera antigua.
Fueron por
capitanes Piltecuhtli, Acxoxéatl, Tecpanécatl, Cahuecahua, Cocomitecuhtli,
Quauhtotohua, Textlipitl, y otros muchos que por ser tantos y tanta la variedad
de sus nombres, no se ponen, sino los más señalados que siempre tuvieron
fidelidad con Cortés hasta el cabo de su conquista.
La primera
entrada que se hizo fue por la parte de Cholula, donde gobernaban y reinaban
dos Señores que se llamaban Tlaquiach y Tlalchiac, que siempre los que en este
mando sucedían eran llamados de este nombre, que quiere decir el mayor de lo
alto y el mayor de lo bajo del suelo.
Entrados
pues por la provincia de Cholula, en muy breve tiempo fue destruida por muy
grandes ocasiones que para ello dieron y causaron los naturales de aquella
ciudad. La cual destruida y muerta en esta entrada gran muchedumbre de
cholultecas, corrió la fama por toda la tierra hasta México, donde puso
horrible espanto, y más en ver y entender que los tlaxcaltecas se habían confederado
con los "dioses", que así generalmente eran llamados los nuestros
(los españoles) en toda la tierra de este nuevo Mundo, sin poderles dar otro
nombre.
Tenían tanta
confianza los cholultecas en su ídolo Quetzalcohuatl, que entendieron que no
había poder humano que los pudiese conquistar ni ofender, antes acabar a los
nuestros en breve tiempo, lo uno porque eran pocos, y lo otro porque los
tlaxcaltecas los habían traído allí por engaño a que ellos los acabaran, pues
confiaban tanto en su ídolo, que creían que con rayo y fuego del cielo los
habían de consumir y acabar y anegar con aguas.
Decíanlo
así, y lo publicaban a grandes voces diciendo: dejad llegar a estos advenedizos
extranjeros, veamos que poder es el suyo, porque nuestro dios Quetzalcohuatl está
aquí con nosotros, que en un improviso los ha de acabar; dejadlos, lleguen esos
miserables, veámoslos ahora, gocemos de sus devaneos y engaños que traen, son
locos de quienes se fían aquellos sométicos (sodomitas) mujeriles, que no son
más que mujeres bardajas de sus hombres barbudos, que se han rendido a ellos de
miedo. Dejadlos lleguen a los alquilados, que bien les han pagado la vida a los
miserables. Mirad a los ruines tlaxcaltecas, cobardes, merecedores de castigo:
como se ven vencidos de los mexicanos, andan a buscar gentes advenedizas para
su defensa. ¿Cómo os habéis trocado en tan breve tiempo, y os habéis sometido a
gente tan bárbara y advenediza, extranjera y en el mundo no conocida? Decidnos
de dónde los habéis traído alquilados para vuestra venganza. ¡Oh miserables de
vosotros que habéis perdido la fama inmortal que teníais de vuestros varones
ascendientes de la muy clara sangre de los antiguos teochichimecas,
pobladores
de estas tierras inhabitables! ¿Qué ha de ser de vosotros gente perdida? Mas
aguardad que muy presto veréis el castigo sobre vosotros que hace nuestro dios
Quetzalcohuatl.
Estas y
otras cosas semejantes decían, porque tenían entendido que en efecto se habían
de abrasar con rayos de fuego que del cielo habían de caer sobre ellos, y que
de los mismos templos de sus ídolos habían de salir y manar ríos caudalosos de
agua para los anegar, así a los de Tlaxcala como a los nuestros, que no poco
temor y espanto causaban a los amigos tlaxcaltecas creyendo que sucediese así
como decían los cholultecas. Decían, especialmente los pregoneros del templo de
Quetzalcohuatl, todo esto que así lo publicaban.
Mas, visto
por nuestros tlaxcaltecas que nuestros españoles apellidaban a Santiago, y
comenzaban a quemar los españoles los templos de los ídolos y a derribarlos por
los suelos, profanándolos con gran determinación, y como no veían que hacían
nada, ni caían rayos, ni salían ríos de agua, entendieron la burlería y cayeron
en la cuenta de cómo era todo falsedad y mentira.
Tornaron así
cobrando tanto ánimo, que como dejamos referido hubo en esta ciudad tan gran
matanza y estrago, que no se puede imaginar; de donde nuestros amigos quedaron
muy enterados del valor de nuestros españoles, y desde allí en adelante no
estimaban acometer mayores crímenes, todo guiado por orden divina, que era
Nuestro Señor servido que esta tierra se ganase y rescatase y saliese del poder
del demonio.
Antes que
esta guerra se comenzara, fueron enviados mensajeros y embajadores de la ciudad
de Tlaxcala a los cholultecas, a rogarles y requerirlos por la paz, enviándoles
a decir que no venían a buscar a ellos, sino a los de Culhua, culhuacanenses
mexicanos, que como está dicho, éste era el nombre y apellido Culhuaque porque
habían venido de las partes de Culhuacan de hacia la parte del poniente, y
mexicanos porque así se llamaba la ciudad de México donde estaban poblados con
supremo poder: fueles enviado decir por los de Tlaxcala que se vinieran y de
parte de Cortés, que se viniesen y diesen de paz, y no tuviesen temor que los hombres
blancos y barbudos les hiciesen daño, porque era muy principal gente y muy
noble, que querían su amistad, y así les rogaban como amigos los recibiesen de
paz, pues haciéndolo así serían bien tratados de ellos y que no les harían
ningún mal tratamiento, porque de otra manera si los enojaban era gente muy
feroz, atrevida y valiente, que traían armas aventajadas y muy fuertes de
hierro blanco.
Decían esto
a causa de que entre ellos no había hierro sino cobre, y que traían tiros de
fuego y animales fieros que los traían de trailla atados con cordeles de
hierro, y calzaban y vestían hierro, y de cómo traían ballestas fortísimas, y
leones, y onzas muy bravas que se comían las gentes, lo cual decían por los
perros lebreles y alanos muy bravos que en efecto traían los nuestros, que
fueron de mucho efecto, y que con estas cosas no se podían escapar ni tener
reparo, si los "dioses" se enojaban y no se entregaban de paz, lo
cual les parecía a ellos muy bien por excusar mayores daños. Y que les aconsejaban
como amigos lo hiciesen así.
Se despide
su amigo ING Julián Romero Tehuitzil, colibrifuerte2001@yahoo.com.mx
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Segunda
Parte.-
Por Ing. Julián Romero Tehuitzil.
Muerte del enviado tlaxcalteca
Mas sin
hacer caso de estas cosas no quisieron sino seguir su parecer de no darse, sino
morir antes, y en lugar de este buen consejo y buena respuesta a los de
Tlaxcala, desollaron vivo la cara a Patlahuatzin su embajador, persona de mucha
estima y principal valor. Y lo mismo hicieron de sus manos que se las
desollaron hasta los codos, y cortadas las manos por las muñecas, que las
llevaba colgando. Y le enviaron de esta manera con gran crueldad, diciéndole
así: andad y volved y decid a los de Tlaxcala y a esos otros andrajosos
hombres, o dioses o lo que fuesen, que son esos que decís que vienen, que eso
les damos por respuesta.
Y así se
vino el pobre embajador con harta lástima y dolor, el cual puso terrible
espanto y pena en la república, siendo uno de los gentiles y hermosos hombres
de esta Señoría, dispuesto y bien agestado; y visto tan gran atrevimiento y vil
tratamiento, de que murió Patlahuatzin en servicio de su patria y república,
donde deja eterna fama entre los suyos como lo refieren en sus enigmas y
cantares. Fueron indignados los tlaxcaltecas, pues recibieron por grande
afrenta una cosa que jamás había pasado en el mundo; que los semejantes
embajadores eran tenidos en mucho y honrados de los reyes y señores extraños
que con ellos comunicaban las paces, guerras y otros acontecimientos que entre
las provincias y reinos suelen suceder.
Y así con
esta indignación dijeron a Cortés: "Señor muy valeroso, en venganza de tan
gran desvergüenza, maldad y atrevimiento, queremos ir contigo a asolar y
destruir aquella nación y su provincia, y que no quede a vida gente tan
perniciosa, obstinada y endurecida en su maldad y tiranía, que aunque no fuera
por otra cosa más de por ésta, merecen castigo eterno, pues que en lugar de
darnos gracias por nuestro buen comedimiento, nos han querido menospreciar y
tener en tan poco por amor de ti."
El valeroso
Cortés les respondió con rostro severo diciéndoles de esta manera: "Que no
tuviesen pena, que él les prometía la venganza de ello", como en efecto lo
hizo así, por esto como por otras traiciones, se puso en ejecución darles
guerra muy cruel, donde murieron grandes muchedumbres de ellos como se verá por
la crónica que de la Conquista de esta tierra está hecha.
Decían los
cholultecas que los habían de anegar en virtud de su ídolo Quetzalcohuatl, que
era el ídolo más frecuentado de todos los que se tenían en esta tierra, y así
el templo de Cholula lo tenían por relicario de los dioses.
Y decían que
cuando se descostraba alguna costra de lo encalado en tiempo de su gentilidad,
por allí manaba agua. Y porque no se anegasen mataban niños de dos o tres años,
y de la sangre de éstos mezclada con la cal, hacían a manera de zulaque (Ref.
1) y tapaban con ella los manantiales y
fuentes que así manaban.
Y
ateniéndose a esto decían los cholultecas que cuando algún trabajo les
sucediese en la guerra de los dioses blancos y tlaxcaltecas, descostrarían y
despostillarían todo lo encalado, por donde manarían fuentes de agua en que los
anegasen, lo cual hicieron, pusieron en obra, cuando se pusieron en tan grande
aprieto como en el que se vieron.
La ruina de
Cholula
Lo cual
aunque lo hicieron, no les aprovechó cosa alguna, de que quedaron muy burlados,
y como hombres desesperados los más de ellos que murieron en aquella guerra de
Cholula, se despeñaban ellos propios y se echaban a despeñar de cabeza
arrojándose del Cu de Quetzalcohuatl abajo, porque así lo tenían por costumbre
muy antigua desde su origen y principio, por ser rebeldes y contumaces como
gente indómita y dura de cerviz, y que tenían por blasón de morir muerte
contraria de las otras naciones y morir de cabeza.
Finalmente,
los más de ellos en esta guerra morían desesperados matándose ellos propios.
Acabada la guerra de Cholula entendieron y conocieron los cholultecas que era
de más virtud el Dios de los hombres blancos y sus hijos más poderosos. Los
tlaxcaltecas nuestros amigos, viéndose en el mayor aprieto de la guerra y
matanza llamaban y apellidaban al Apóstol Santiago, diciendo a grandes voces:
¡Santiago!; y de allí les quedó que hoy en día hallándose en algún trabajo los
de Tlaxcala, llaman al Señor Santiago.
Usaron los
de Tlaxcala de un aviso muy bueno que les hizo Cortés, para que fueran
conocidos y no morir entre los enemigos por yerro. Porque sus armas y divisas
eran casi de una manera y habían en ellas poca diferencia, que como era tan
gran multitud de gente la una y la otra, así fue menester, porque si esto no
fuera, en tal aprieto se mataran unos a otros sin conocerse. Y así se pusieron
en las cabezas unas guirnaldas de esparto a manera de torzales, y con esto eran
conocidos los de nuestra parcialidad que no fue pequeño aviso.
Destruida en
esta primera parte y entrada que se hizo en Cholula, y muerta tanta muchedumbre
de gente, saqueada y robada, pasaron luego nuestros ejércitos adelante,
poniendo grande temor y espanto por donde quiera que pasaban, hasta que la
nueva de tal destrucción llegó a toda la tierra, y las gentes, admiradas de oír
cosas tan nuevas, y de cómo los cholultecas eran vencidos y perdidos, los más
de ellos muertos y destruidos en tan breve tiempo, y de cómo su ídolo
Quetzalcohuatl no les había ayudado en cosa alguna ... (Ref. 2)
(Ref.
1) Zulaque: palabra derivada del árabe
zulaca: betún, a propósito para tapar las junturas en los caños de agua.
(Ref. 2)
Historia de Tlaxcala, por Diego Muñoz Camargo, lib. II cap. V.
Y Miguel
León Portilla, Visión de los Vencidos,
Se despide
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