* Orgullosa
de ser Lara Grajales e inculcó ese amor a sus hijos
Por
Epigmenio ROJAS CASTRO
CHOLULA.- Doña Maty, como le decían con
cariño y respeto a Matilde Castillo de Roldán, mujer alegre, con la sonrisa a
flor de labios, trabajadora desde muy joven, ejemplo no solo para sus hijas e
hijo, sino para muchos más, sensible ante las necesidades de otros, orgullosa
de sus raíces, de su tierra natal Villa Rafael Lara Grajales, que presumía en
cada oportunidad; y quien no pudo reponerse a la partida de su amado esposo
Pedro “Perico” Roldán, a quien le fue a alcanzar en el más allá.
¿Quién no
conocía a doña Maty?, como cariñosamente se le conocía, y es que su carácter
alegre, fuerte, pero al mismo tiempo humano, lo mismo se detenía a platicar con
el tendero, que con la marchanta a quien le compraba la fruta, su mandado, con
la vecina para intercambiar opiniones de lo que ocurría en Cholula, su segunda
tierra; o bien expresar su opinión en temas de tipo político.
Pero más
allá de esa dama de baja estatura, que era más notorio cuando iba del brazo de
su esposo Pedro “Perico” Roldán; se tenía a un mujer que llegó a Cholula de
Rivadavia, cuando apenas tenía 16 años, viviendo con su hermana, quien tenía su
domicilio en la avenida Hidalgo, casi frente a la panadería La Blanca,
propiedad de los padres de ese joven simpático, de quien se enamoró a primera
vista, y que por cierto a él le pasó lo mismo y ya no lo dejó regresar a su
pueblo Villa Rafael Lara Grajales, a donde acudía de vez en cuando, pues toda
su familia sigue radicando en aquellas tierras.
Enamorada
del “Perico”, unió su vida para siempre, procreando a 5 hijos, Pedro, Gabriela,
Claudia, + José, Maty y Karina, sus grandes tesoros, a quienes además de
presumirlos como buena mamá, les demostraba su amor, exigiéndoles en la
escuela, pero sobre todo enseñándoles a trabajar para ganarse la vida de manera
honesta, y como les decía “una mujer trabajadora, en donde quiera tiene
cabida”. Además logró ver crecer a 15 de sus nietos, y a unos días se quedó
para conocer a su primera bisnieta, la cual por cierto está por llegar a este
mundo.
Desde muy
joven, siempre se supo ganar su dinero trabajando, vendía ropa, no le gustaba
estar atenida a lo que su esposo le proporcionara, ya que le gustaba buen
vestir, el buen comer, usar buenos perfumes y como toda dama, lucir joyería
fina. Su actividad comercial que desarrollaba entre sus amistades y familiares,
no le impedía estar al pendiente de su familia para quien todos los días
guisaba, revisaba las tareas y de paso, estaba muy pendiente de su esposo, a
quien acompañaba todo evento social, o
del tipo que fuera, una de las pocas parejas que siempre fueron vistas juntas,
de un lado a otro, en la fiesta o en el velorio, en la feria o en la misa,
dónde estaba ella, estaba él.
Lo que pocos
saben de Doña Maty, fue su lado altruista, y es que no le gustaba divulgarlo,
decía “Si se enteran, no voy a poder ayudar a tantos”, y así discretamente le
tendía la mano a personas que estaban en un apuro, que requerían en esos
momentos para una medicina o para un taco, una ropa que ponerse, y siempre les
pedía no decir nada o no los volvería a ayudar, poniendo el ejemplo a sus
hijas.
Le gustaba
viajar, y lo hacía combinando su actividad comercial, pues iba por ropa de
marca, como hoy le dicen o buena calidad como ella comentaba, y al mismo tiempo
conocer y disfrutar de otras ciudades.
Esa
inquietud de trabajar, la hizo hacer unos pasteles, que primero ofreció entre
sus amigas y conocidas, luego logró, hace unos 20 años, ponerlos a la venta en
la panadería de su esposo y familia, La Blanca, siendo la primera en tener lo
más parecido a una pastelería en Cholula. Al paso del tiempo, también se puso a
hacer gelatinas artísticas que de igual manera ofertaba en La Blanca.
Lo que nunca
pudo ocultar, fue su ocupación por sus hermanos y hermanas, les ayudaba en todo
momento, ya fuera dándoles un consejo, una palabra de aliento o ayudándoles en
aquellos momentos difíciles que llegaron
a padecer. No toleraba que tuvieran problemas económicos y les ayuda, les
demostraba el gran cariño y amor que les tenía, después de sus hijos, ellos
eran sus grandes amores.
Todo tiene
un principio y un fin, la vida misma es así y el gran amor de su vida, “Perico”,
tuvo que dejar este mundo, ella demostraba una gran fuerza, se había convertido
en el pilar de su familia, pero aunque pareciera había superado ese trance tan
doloroso, la realidad es que nunca lo pudo superar, lo extrañaba, lo buscaba,
le hacía falta. Finalmente llegó al final de su ciclo, derivado de una
enfermedad, partió en ese viaje sin retorno, no sin antes platicar con sus
hijas, darles los últimos consejos, el recordarles que como mujeres y madres,
tienen una gran responsabilidad, y que ella tendría que emprender el encuentro
con su amado, las dejaba segura de que tenían todo lo necesario para seguir
adelante.
En Paz
descanse “Doña Maty” Castillo de Roldán
19 de Agosto
de 1949-21 de Septiembre de 2015
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