(Segunda de
siete partes)
Colaboración
de Guillermo TOXQUI VERGA, tomado de Arqueología Mexicana
CHOLULA.- Después del Clásico (150
d.C.), en los siglos subsecuentes, la concepción de Quetzalcóatl se enriqueció hasta
llegar a convertirse en un enjambre de símbolos muy complejo, con múltiples
significados históricos y sociales. Los pueblos antiguos no sólo la asociaron a
la tierra y sus frutos: también fue una referencia obligada a sus orígenes y
destinos, y se le consideró fuente de vida y símbolo de legitimidad y poder.
Cuando las antiguas comunidades desarrollaron formas complejas de organización
política y los linajes nobles dominaron al resto de la sociedad, el pensamiento
mítico fue el medio de expresión para fundamentar el dominio de unas gentes
sobre otras. Entonces, la evocación a la serpiente sagrada y sus relaciones con
los hombres y los dioses se convirtió en parte de la historia misma de estos
pueblos, que la personificaron y plasmaron profusamente en escultura,
arquitectura, pintura mural, cerámica, así como en sus tradiciones orales.
IMAGEN: La
serpiente transportaba a los humanos hacia distintos planos del cosmos, como se
ve en los murales de Cacaxtla, Tlaxcala, donde un dignatario viaja hacia su
destino final sobre el cuerpo de la serpiente con plumas. Edificio A, muro sur.
Cultura olmeca-xicalanca. Epiclásico (650-1200 d.C.)
Foto: Marco
Antonio Pacheco / Raíces
Esta
publicación es un fragmento del artículo “Cúmulo de símbolos. La Serpiente
Emplumada”, del autor Blas Castellón Huerta, y se publicó íntegramente en la
edición regular de Arqueología Mexicana, núm. 53, titulada La serpiente
emplumada en Mesoamérica.
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