Por Andrés
Zaca
CHOLULA.- En relación a los castigos,
podemos decir, que aquellos Padres que maltratan a sus hijos de forma frecuente
y severa, cuando se comportan de manera inadecuada, lo único que logran es
desahogar su malestar pasándoselo a sus hijos y dañarles su valoración personal.
Ante esta realidad podemos decir, que la frecuencia con la cual se castigue a
un niño, es un claro indicativo de que existe una necesidad no satisfecha en el
niño, que lo lleva a comportarse de manera inadecuada. Cuando se presentan
estos casos, el castigar al niño, se convierte en un arma de doble filo. Porque
es posible que el castigo funcione en un momento dado, para detener o acabar un
comportamiento negativo. Pero a largo plazo siempre destruirá la relación
Padre-Hijo y la valoración personal del niño, porque su corazón se llenara de
mucho dolor y rencor.
Estemos de
acuerdo o no, todo niño castigado de forma severa y frecuente, se convence de
tres cosas: 1) Que él es una persona mala,
2) Que ese castigo se lo merecía, porque era necesario para controlar su
comportamiento 3) Que sus Padres lo castigan para hacer de él un buen niño.
Estas tres convicciones, son las que le asesinan la valoración personal al niño
y crean en su mundo interno, el sentir que no se merece nada bueno.
En estos
casos, el niño además de identificarse con el niño malo que le dijeron que era
y que ya siente que es, también copia, graba y se identifica con el modelo
agresivo de la Madre o del Padre maltratador, a la cual comienza a ver, como
una persona con autoridad, que utiliza el castigo severo, como una medida
lógica, justa y necesaria para estos
casos, donde alguien se porta mal. ¿Y cual es el resultado de este aprendizaje?
Que esa doble identificación que el pequeño se hace con el niño malo y la Madre
o Padre agresor, crean en él la necesidad de aplicarse castigos a si mismo,
cuando siente que hizo algo mal. Pero a la vez, cuando vea a los demás
cometiendo errores, se pondrá en marcha de forma compulsiva, la actitud
castigadora aprendida de su Madre o Padre y maltratara a quien cometa un error,
de la misma forma como lo castigaron a él, sobre todo cuando él sea Padre o
Madre y alguno de sus hijos cometa un error propio de la niñez. Ese aprendizaje
se produce, porque todo niño pequeño vive convencido, que sus Padres son los
que saben lo que es bueno para ellos, y llegan a convencerse de que el castigo
que les dan, es por su bien. Este convencimiento le sirve al niño como el
soporte psicológico para digerir y asimilar el maltrato recibido. Pero todo
niño castigado de forma severa, descalificado y rechazado de forma grosera,
presentara la tendencia en la adolescencia y en su adultez a auto criticarse de
forma destructiva, hasta sentirse culpable, de casi todo lo que pase en su vida
y su entorno familiar y social. Un niño formado bajo estas condiciones, se
buscara como pareja a personas soberbias, de mal genio, groseras, agresivas que
lo maltraten y lo desaprueben. ¿Por qué? Porque durante su formación él
aprendió que para corregirse y corregir a los demás, es necesario primero sentirse
mal y culpable, como lo hicieron sentir sus Padres o quienes lo formaron, antes
de castigarlos. Esta es la raíz de los regaños descalificadotes y ofensivos, de
la agresividad y la violencia familiar que se hereda de generación en
generación.
Por otro
lado, cuando un niño es castigado con frecuencia, con la intención de
corregirle alguna conducta inadecuada, pero sin averiguar cual es la razón que
lo lleva al mal comportamiento, terminara lleno de rencor y muchos deseos de
venganza. ¿Por qué? Porque a través del castigo él aprende que la fuerza y la
agresión, es la manera más afectiva para resolver las diferencias. Recuerda
siempre esto: Cuando un niño se siente mal, porque no es atendido, aceptado y
querido, internamente vive una gran frustración y tratara de llamar la atención
de cualquier manera, incluyendo los comportamientos inadecuados.
Considero
que una medida positiva y preventiva para lograr el buen comportamiento de
nuestros hijos, es aprender a utilizar la estimulación y el reconocimiento,
cuando el niño haga bien cualquier cosa que se proponga. Cuando por ejemplo
aprenda a peinarse, abotonarse la camisa, bañarse, comer solo, amarrase el
cordón de los zapatos, son momentos importantes, para reconocerle sus logros y
a la vez estimularlos para otros posteriores, sin llegar a las exigencias
desmedidas. Recuerda siempre esto: Cuando un niño se siente bien, siempre se porta bien; pero cuando se
siente mal, siempre actúa mal. Entonces ante una conducta inadecuada que sea
recurrente, lo más adecuado es revisar cual es la necesidad insatisfecha que
tiene el niño, que no le permite sentirse bien. A continuación voy a
mencionarles cuatro tipos de castigos que considero muy dañinos y que nunca
deberíamos aplicarlos: 1) El maltrato físico,
como golpear al niño, amarrarlo a cualquier parte, quemarle las manos
con objetos calientes cuando han robado algo, romperles el cuerpo a correazos o
la boca haciéndoles sangrar. Este tipo de castigo, es la ratificación a través
de la vía corporal, del poco amor y el irrespeto que el Padre o la Madre castigador siente por él y que lo manifiesta
en cada golpe que le da. Señores Padres, el castigo físico severo y recurrente,
es el método más efectivo para asesinarle la valoración personal a cualquier
ser humano 2) Los gritos ofensivos como: “Tú eres bruto”. “Tú no sirves para nada”. “Eres una bestia”.
“Me arrepiento de haberte parido” y cualquier otra afirmación que sirva para
humillar y hacerle sentir al niño que él, no sirve. 3) Los regaños que le
produzcan vergüenza al niño, sobretodo, cuando se los hacen delante de los
demás y especialmente en presencia de sus amigos. 4) Aquellos castigos que
alimenten el sentimiento de culpa, como por ejemplo: “Por tu culpa me paso
esto”. “Tú eres mi dolor de cabeza” “Vas
a acabar con mi vida”. En verdad, estos castigos solo sirven para formar a
nuestros hijos, con grandes complejos, traumas, rencores, que buscaran el
bienestar perdido, en el mundo de las adicciones, delincuencia, psicopatía,
sumisión y los estados depresivos.
El único
sistema viable y efectivo para lograr ese objetivo formativo en nuestros hijos,
es el sistema de normas disciplinarias, es sancionar la conducta inadecuada y
nunca a la persona como tal. Por lo tanto en
el momento de establecer las normas, es necesario señalar y acordar los
castigos que se aplicaran, en los casos de desobediencia. ¿Por qué? Cuando la
persona conoce las normas, leyes y los castigos que se aplicaran al violarlas,
aprende a no echarle la culpa a nadie de sus errores y a hacerse responsable de
las consecuencias de sus actos. Entre los diferentes castigos para aplicarse
bajos el sistema de normas disciplinarias están: Prohibir el acceso al
televisor, visitas de amigos, salidas a fiestas o paseos, uso de Internet,
celular y cualquier otra cosa o actividad que al niño le duela perder. La
intención de este tipo de castigo, es que el dolor de la perdida, haga que
nuestros hijos tomen conciencia de sus actos, que no tiene nada que ver, con el
dolor que produce el castigo físico o verbal a nivel personal, que destruye la
valoración del niño. Pero el requisito fundamental para su efectividad es la
firmeza en su aplicación. Y un aspecto muy importante en este sistema
normativo, que quiero señalar y es el tiempo de duración de la sanción. ¿Por
qué? Porque todo castigo exagerado, pierde su esencia correctiva y se convierte
en una sanción personal y vengativa.
Otro factor
que debemos tener en cuenta al imponer el castigo, es que se deben evitar las
descalificaciones innecesarias como por ejemplo: Dame el celular estúpido, te
voy a quitar la televisión y el Internet por mala persona y sin vergüenza. La
ofensa convierte el castigo, en algo insano y personal. Señores Padres,
nuestros hijos deben saber que la sanción va dirigida a la conducta inapropiada
y no a ellos como personas.
0 comentarios:
Publicar un comentario