Por Andrés
ZACA NAYOTL
CHOLULA.- En medio de una fuerte crisis
en torno a la integridad de la familia, Dios que es Amor nos brinda un modelo
de amor familiar al presentarnos a Jesús, María y José. Dios quiso nacer dentro
de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo
ayudara y lo aceptara como era.
El niño
Jesús nace en una familia, y con ello, está santificando a la familia humana.
Por eso la Sagrada Familia es un ejemplo de cómo deben vivir las familias.
María y José cuidaban al niño Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada
le faltara, tal como lo hacen los buenos padres por sus hijos.
José era
carpintero, Jesús le ayudaba en su trabajo, ya que después lo reconocen como el
“hijo del carpintero”. María se dedicaba a cuidar que no le faltara nada en la
casa de Nazaret. Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban
a sus padres.
El niño
Jesús aprendió a trabajar y ayudar a su familia con generosidad. Él siendo
Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y quería.
Las familias
de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de
imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad,
caridad, laboriosidad, solidaridad, amor, etc.
La familia
debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se
forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se
aprende a ser un buen ser humano. Es en la familia donde se formará la
personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y
delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al
cielo. Esto se hace con amor y cariño.
“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer
ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y
ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua
1990).
Juan Pablo
II en su carta a las familias nos dijo que es necesario que los esposos
orienten, desde el principio, su corazón y sus
pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él
la fuerza para renovarse continuamente en el amor.
Así como Jesús creció en sabiduría y gracia
ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Esto
significa que los niños deben aprender a ser amables y
respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar en ellos,
ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.
Recordemos
que “la salvación
del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia”.
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y
sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la
sociedad.
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